“La lactancia ha sido mi mayor reto”: relato de lactancia
Todo un reto. Así es como arrancó la lactancia de Victoria, una lactappera que nos ha hecho llegar su historia. Si tú también quieres enviarnos la tuya, puedes hacerlo a [email protected]
Tuve un parto complicado y largo en el que mi hija lo pasó bastante mal. Con cada contracción se estaba ahorcando con el cordón pero no lo vieron hasta que nació. Cuando me la pusieron encima para hacer el piel con piel mi pequeña estaba quieta. No reaccionaba ante nada y enseguida se la llevaron para reanimarla en lo que para mí fueron los cinco minutos más largos de mi vida. Nos imaginábamos lo peor, aunque al final mi hija consiguió respirar y reaccionar, lo que fue un alivio. Pero teníamos el miedo y el susto en el cuerpo, pues nadie quiere vivir un momento tan especial de esa manera.
Se la llevaron a la UCI para vigilar sus constantes y yo pasé las casi tres horas del posparto sin ver a mi hija más que a través de fotos que me mandaba el papá, porque le había dicho que fuera con ella y no la dejara sola.
Cuando me subieron a planta aún tenía algo dormida las piernas, pero las enfermeras me consiguieron una silla de ruedas para poder ir a ver a mi niña. Cuando la vi no quise separarme de ella.
Me preguntaron si quería darle el pecho. Era algo sobre lo que tenía dudas antes del parto, pero al sentir que casi la pierdo supe que la leche materna era lo mejor. Yo solo quería protegerla. Al principio fue un poco molesto, porque no me salía casi nada de calostro. Al día siguiente le cogió el tranquilo a succionar y empezaron los problemas: el dolor era horrible y sentía que me salían miles de pequeños cristales cortándome. Se lo dije a las doctoras y me trajeron unas pezoneras, que fueron un poco de alivio, aunque me seguía doliendo como si me pisaran el pezón con el talón una y otra vez.
Comencé a extraerme el calostro después de pedir que me trajeran el sacaleches. El papá y yo se lo dábamos con el método de dedo jeringa, y añadimos algo de fórmula por que me era imposible. Al segundo día me dio por llorar mucho porque me dolía, pero sentía la necesidad de dárselo porque si no, pensaba que no la estaría protegiendo completamente y no quería perderla. Aunque suene algo drástico, ese era mi pensamiento: no sentir de nuevo el dolor de creer perderla. Avisé de que me dolía, que no sabía qué hacer. Muchas de las enfermeras me ayudaron emocionalmente, otras me decían era normal, que debía doler.
Cuando nos fuimos a casa, el papá y yo habíamos tomado la decisión de ir probando con fórmula hasta que se me curaran los pezones, ya que en tres días tenía unas heridas que me arrancaban la piel del pezón. Luego volveríamos a intentarlo y mientras me extraería leche que también le dáríamos.
En una de las extracciones, después de llevar con el sacaleches más de diez minutos vi que la leche que había recolectado era rosada y me di cuenta de que me estaba sangrando. Me puse a llorar de frustración y mi pareja me dijo “si quieres, lo dejamos y le damos biberón”. Pero nada me hacía estar bien, yo quería tenerla a salvo y solo lloraba por que me dolía. La gente me decía “¿Por qué no le das pecho si es lo mejor?” y “aguanta un poco”, lo que me agobiaba más. Luego había personas que me ayudaban mucho emocionalmente y me recordaban que no era obligatorio ni le pasaría nada si no lo hacía.
Acudí al medico a cortarme la leche, pero el centro de salud estaba cerrado. Solo tenían un médico para urgencias y una enfermera porque era Nochebuena. Al verme el pecho me recetó ibuprofeno y me dijo que mientras lo tomará no le diera el pecho a la niña, que me sacará la leche y la tirara. Su poca información sobre lactancia me pillo justo en la subida de la leche y se me hincharon demasiado los pechos, lo que me hizo a llorar del dolor. No podía ni coger a mi pequeña de lo duro que lo tenía y lo grande que estaba, me era incomodo y doloroso, como si tuviera piedras entre la niña y yo. Llamé al hospital llorando y me dijeron que no tenía que haber parado la lactancia, que el ibuprofeno era compatible. Que me bañara con agua caliente y me pusiera a la niña al pecho por que el sacaleches no me estaba sacando la leche, y que el mejor sacaleches era mi hija,. Eso hice entre llantos. Con la ayuda de mi pareja conseguí que me fuera vaciando los pechos, porque si no tendría que haber ido al hospital.
Estaba frustrada y muy dolorida y cansada de las pocas horas dormidas. Pero veía que mi hija se consolaba tanto cuando la ponía al pecho, que sentía más remordimientos si no lo hacía. La suegra de mi hermana consiguió que me viera una mujer especialista en lactancia, que me consoló con sus palabras y su comprensión, y vio que mi pequeña tenía frenillo posterior y por eso me dolía tanto. Me dio unas pautas para curar las heridas y extraerme manualmente la leche, darle el biberón y luego ponerla al pecho para que no perdiera la costumbre del agarre. También me dijo que llevara a la niña a una logopeda.
Y eso hicimos. El papá y yo la llevamos a la logopeda, que le hizo masajes faciales y nos dijo que la pequeña no estaba seccionado, estaba masticando. ¡Por eso me dolía tanto ponerla al pecho! Cuando la miraban las matronas del hospital la veían bien colocada y para ellas no había un problema, pero sí que lo había. Tuvimos que hacer siete sesiones para que aprendiera a succionar a medida que iba creciendo, pero no fue hasta el mes y medio en el que conseguimos una lactancia exclusiva de pecho.
Ser padres es una prueba de fuego. Y si a la falta de sueño le añadimos una lucha por la lactancia que nadie te cuenta, más. Porque siempre te dicen que “la lactancia no tiene que doler” y una se rige por eso, pero se olvidan de decir que los primeros días, inclusive los dos primeros meses, puedes pasarlo bastante mal. Y añadir que nos enseñen a entender que si se alimenta a biberón, también está bien. Porque la sociedad mete mucha presión en cuanto a la lactancia.