“Esas palabras se me clavaron en el alma”: Relato sobre percentiles
A continuación os dejamos con el relato de lactancia de Elisa, que nos ha enviado una historia muy completa sobre su camino con la lactancia materna y los percentiles en bebés con bajo peso. Si tú también quieres compartir tu relato, puedes mandárnoslo a [email protected].
Está carta está especialmente dirigida a las mamás que tratan con percentiles de bebés con bajo peso. He visto muchísimas preguntas en los stories de Alba Padró y en la cuenta de Instagram de LactApp de mujeres preocupadas por este tema y quiero deciros que el percentil es solo un número. Tiene que analizarse todo el contexto. Si el bebé está sano y va siguiendo su curva no os preocupéis ni os obsesionéis con el peso, como me hicieron a mí.
Yo siempre he sido de complexión delgada y no he tenido problemas de salud. Al ser nutricionista era muy consciente de la importancia de una buena alimentación durante el embarazo. Me cuidé de no comer comida basura y estar físicamente activa. Así que cuando iban pasando los meses de embarazo y yo apenas engordaba, no me preocupó. Pero en la semana 30 saltaron las alarmas. En una de las ecografías me dijeron que la niña tenía una circunferencia abdominal pequeñita, en el percentil 5. Desde ese día la palabra percentil rebotó en mi cabeza durante 10 meses.
Me dijeron que estaba todo bien, pero que querían volver a hacerme una ecografía en dos semanas para ver si subía de peso. Pasaron las dos semanas y había cogido algo de peso, poquito, pero algo. El perímetro abdominal seguía siendo pequeñito. En otras dos semanas, vuelta a la ecografía.
Semana 34. La niña había cogido poco peso y me mandaron a la consulta del neonatólogo. La doctora me dijo que mi placenta podría no estar funcionando del todo bien y que seguramente tendrían que inducirme el parto antes de tiempo. Empecé a llorar.
Mi cabeza explotó y creía no entender nada. Así que me obligué a mantenerme serena y a sacar el cuaderno que siempre me acompañaba para anotar todo lo que me decían. Todo rebotaba en mi cabeza. Inducción, prostaglandinas, prematura, placenta, oxitocina….
Pocas semanas antes había preparado mi plan de parto. Qué pelicula quería ver mientras iba pasando las primeras contracciones. Qué quería comer, qué música quería escuchar…. Nada. Nada de eso iba a pasar.
Después de llorar mucho pasaron los días y vuelta al hospital. Semana 35. La cosa seguía igual. Poca ganancia de peso. “Te vamos a inducir en la semana 37, pero vamos a seguir vigilándote dos veces por semana por sí hay que ingresarte antes. Ahora a monitores, sola”.
Por la pandemia no podía llevar acompañante a ninguna de las ecografías ni a las pruebas de monitores, salvo por la ecografía en que me dijeron el sexo del bebé.
Tenía miedo. Mucho. Al parto, a que mi bebe naciera sana y sin problemas, a la epidural, a estar en el hospital SOLA.
Llegó la semana 36. Cita con la neonatóloga un martes. “Te vamos a inducir el parto está semana, tal vez nos esperemos a ingresarte el sábado o domingo para que des a luz el lunes, que ya es semana 37 y así no será prematura. Vente el jueves a otra eco”.
Cita el jueves. “Te inducimos mañana. Sola, tu marido sólo puede venir cuando ya estés de parto. Ve a arreglar los papeles que mañana a las 7 de la mañana ingresas. Ahora espérate por aquí un momento que vienen a hacerte una PCR”.
El parto no fue muy complicado. Me empezaron a poner hormonas a las 12 del mediodía del viernes 23 de julio y di a luz a las 5 de la tarde del sábado 24. Las contracciones después de que me rompieran aguas fueron horribles, irregulares… así que no supieron ver cuándo necesitaba epidural y no llegaron a tiempo a ponérmela. Necesité episiotomía y un montón de puntos. Pero la niña estaba bien.
Era muy chiquitita eso sí. 2 kilos 200 gramos y tenía ictericia. Me la pusieron un par de minutos en el pecho para hacer piel con piel antes de cortar el cordón. Y después la pusieron a hacer piel con piel en el pecho de su padre mientras yo expulsaba la placenta y me cosían. Y llegó el momento. Me la pusieron al pecho. El bendito calostro. Me parecía flipante que ya supiera lo que tenía que hacer. Era tan pequeñita que se dormía mamando, así que me extrajeron calostro del pecho y se lo dieron con una jeringuilla. La más pequeñita que he visto en mi vida. Parecía que estaban dándole de comer a un pajarillo.
Si hubiera nacido en España (vivo en Irlanda) probablemente se la habrían llevado a una incubadora. Así que por esa parte tengo que dar gracias.
Los primeros días en el hospital (y luego en casa) hice todo el piel con piel que pude. Cuando se quejaba me la ponía a la teta, pero se dormía a los pocos minutos. ¿Solución? Meterles biberón. “Que en cada toma se coma estos 25ml”. Podía tardar más de 2 horas en cada toma. Además, antes de cada toma tenían que mirarle la glucemia (el azúcar en sangre) y le pinchaban. La pobre salió con las manitas moradas del hospital de tanto maldito pinchazo.
Yo intentaba ponerla al pecho, pero me decían que solo 10 minutos para que no se cansara y luego biberón. Que pesaba muy poquito para que no comiera todo lo que debía.
Hasta que no llevaba 3 días no vino una asesora de lactancia y me trajo un sacaleches, ya que daban por hecho que yo producía poco. Pero yo quería darle toda la leche que pudiera. En los ratos que la niña estaba tranquila y no venían a hacerme pruebas, me ponía el sacaleches del hospital. Era horrible. Le daba teta, luego me peleaba para que se comiera el bibe durante horas y cuando se dormía, me ponía el sacaleches. Al principio sacaba poquísimo. Y estaba yo sola, sin acompañante, excepto en horario de visitas. Aprendí a comer con una mano porque en la otra tenía el sacaleches en la teta o estaba con la niña al pecho. Los ratos que mi marido podía acompañarme me daba él de comer a mí. No podía ni ir al baño.
Cuando al 4 día dejó de perder peso, nos fuimos a casa.
Durante dos semanas vino casi cada día una matrona a pesar a la bebé. No siempre la misma. Algunas eran asesoras de lactancia y nos daban indicaciones distintas. “Dale teta 10 minutos y luego formula”, “Dale solo teta, así subes la producción” (la única a la que debí haber escuchado), “¡¿Cómo que solo teta?! No va a ganar suficiente peso. Tiene que ganar 20 gramos al día, sino al hospital”.,“Hoy 30ml de biberón en cada toma, aunque le hayas dado teta antes. Mañana 40 en cada toma.” Y la frase que más odio: “Tendrás poca producción porque tienes el pecho hipoplásico”. Otra vez me tocó llorar. “Toma avena e infusiones de no sé qué cosa para que te aumente la producción.” Y yo, que soy nutricionista, le dije que eso no me sonaba muy científico, así que pasé de ella.
En el famoso cuaderno nos hacían apuntar el número de pañales mojados al día, el de cacas, cuántos mililitros de biberón se tomaba al día, cuántos mililitros en cada toma, cuánto tardaba en tomárselo, a qué hora empezaba y a qué hora terminaba. UNA PESADILLA. Las únicas dos cosas útiles que me aportaron fueron mejorar el agarre y decirme que hiciera comprensión mamaria.
Todo esto mi marido y yo solos. Sin ayuda de nadie. Él tuvo que cogerse 2 semanas de vacaciones porque sólo le daban dos semanas de permiso de paternidad.
No sé cuántas horas pasé enganchada a un sacaleches o haciendo extracción manual. Creo que en dos semanas hice 3 veces la extracción poderosa. Y después de dos semanas dejaron de venir todos los días, pero tenía que ir yo a llevarla para que la pesarán 1 vez por semana hasta los 3 o 4 meses. Porque estaba en el percentil más bajo. Una vez que ganó poco peso y empezó a llorar en la consulta de la enfermera (porque tenía cólicos), me dijo “claro que llora, es que se está muriendo de hambre (starving me dijo)”. Esas palabras se me clavaron en el alma.
Para colmo me refirieron a una nutricionista (yo misma soy nutricionista), pero pensé que tal vez estaba especializada en pediatría así que accedí. Y no tuvo mejor cosa que hacer que recomendarle al médico que recetara a mi hija una fórmula alta en energía (que me costó un pastón inmenso en la farmacia, 170 euros por fórmula para mes y medio). Porque, según ella, mi niña tenía fallo del medro (no estaba creciendo), cosa que era mentira porque ella seguía en su mismo percentil. Yo apuntaba el peso cada puñetera consulta e iba mirando la gráfica de percentiles para asegurarme de que crecía.
A todo esto hay que añadir que estaban estudiando a la niña con percentiles irlandeses, cuando mi hija sólo tiene genética española. Además, todo estaba perfectamente bien. Tuvo cólicos hasta los 5 meses, pero ni vómitos, ni diarreas, nada en absoluto. Seguía los hitos del desarrollo para su edad, a pesar de haber nacido prematura por dos días. Estaba perfecta.
A los 6 meses del parto yo seguía muy cansada. Se me caía muchísimo el pelo, me notaba la piel seca, tenía cero libido, estaba irritable… Lo achaqué al sueño, al posparto y al ajetreo de no tener ayuda ya que vivimos lejos de la familia. Y resulta que tenía anemia por falta de hierro, ácido fólico bajo y…. ¡tachán! Hipotiroidismo. ¿Cuándo empezó el hipotiroidismo? No lo sé. No me habían vuelto a sacar sangre desde el embarazo.
¿Mis problemas con la producción de leche habrían sido por ese hipotiroidismo sin diagnosticar? ¿Realmente habría tenido problemas de producción o sólo es que me tenía que haber puesto más a la niña al pecho?
Hace unos días mi niña cumplió un año y a pesar de todo ¡seguimos con la teta! He tenido que hacer una lactancia mixta, pero ahora ya es básicamente alimentos y teta.
Nunca sabré si podría haber conseguido una lactancia materna exclusiva, no sé si realmente tengo el pecho hipoplásico, si tuve baja producción. Me sentí fracasada por tener que “renunciar” y darle fórmula. Con todo lo que me hicieron pasar….
Lo que si sé, es que si vuelvo a quedarme embarazada haré consultas con las chicas maravillosas de LactApp desde el minuto 1. Y lo que también sé es que un bebé de percentil bajo no es sinónimo de bebé enfermo, que no os hagan pensar lo contrario, más aún en una sociedad en que la obesidad infantil es una epidemia cada vez peor.
2 comentarios en «“Esas palabras se me clavaron en el alma”: Relato sobre percentiles»
Tus palabras se me clavan en el alma también. También vivo en Irlanda y tengo hipotiroidismo, gracias a dios diagnosticado de antes de quedarme embarazada. Nadie, y digo nadie me dijo q pudiese producir menos por tener problemas con los tiroides, así qué, cuando Èric cumplió 2 semanas y la enfermera de lactancia lo vió, cuando.entré al grupo de ayuda, me dijo q ya podía ir al súper a buscar fórmula pq hijo estaba, como tú dices, starving. Odio esa palabra con toda mi alma. Èric estaba en su percentil pero no ganaba el peso q ellos querían. Ahí me sentí mala madre, estúpida y destrozada pq no íba a poder darle solo teta. Pasó de ser un bebé delgadito a un chunky baby en 1 mes. Aún lloro cuando oigo la palabra starving y, todavía, después de casi 4 años, sigo culpándome por no haber visto q mi hijo tenía hambre aún teniéndolo en la teta por horas y un montón de veces.
Tuve a Arnau hace 18 meses. Le doy gracias al covid por no tener q ir a ningùn sitio y por a ver sido capaz de seguir mis instintos. Le dije a la enfermera q no le íba a dar fórmula si él crecía y estaba sano. Que yo había decidido hacer lactancia y q, solo pq en Irlanda no era común la lactancia, íba a darle leche en polvo, pudiéndole yo dar la mía. Èric tiene 3 años y 8 meses y Arnau 18 meses y siguen mamando. Me miran mal, pero me rio de la gente q me mora por ver a un niño en la teta. Los 4 somos felices y es lo que me importa.
Gracias por este relato, ahora sé q, no soy solo yo quién tuvo q pasar por ello. Me acabo de perdonar ahora mismo.
Excelente, bonita historia, las mejores dicsiciones son las que hacemos por los demas.