Relato de una lactancia: “Todo lo que no sabía y he aprendido”
Quiero compartir humildemente mi relato de lactancia con todas las madres. Quienes, elijan lo que elijan, será lícito y lo mejor para sus bebés.
Rondo los 30 años y parí el verano de 2016. Fue un parto inducido innecesariamente, pero este escrito no es un relato de mi parto (vaginal, sin instrumentación) sino una compilación de historias en torno a la lactancia de mi hijo. No escribo esto porque me crea un ejemplo, aunque no negaré que me siento muy orgullosa de donde hemos llegado a pesar de algunos obstáculos.
En cierta manera me siento en la obligación y la responsabilidad de dar a conocer mi experiencia en el caso de que pueda ayudar a dar confianza a otras madres (o futuras madres) y también para contribuir a evitar comentarios y actitudes que, desde el desconocimiento o incluso la buena intención, pueden boicotear o minar la moral de mujeres que serán madres por primera vez y todavía no tienen experiencia en lactancia.
MI RELATO: PRIMER OBSTÁCULO, EL DESCONOCIMIENTO Y LA DESINFORMACIÓN
Antes de quedarme embarazada pensaba que seguramente si tenía hijos les daría biberón. Simplemente porque siempre he sido muy pudorosa con mi cuerpo y me parecía poco habitual dar el pecho. Y, por supuesto, no sabía nada ni de la ciencia ni de la magia que rodea la lactancia materna. Veía que la opción fácil y ‘normal’ o convencional era el biberón y tampoco me rompí más la cabeza.
Ahora lo veo totalmente al revés: estaba desinformada y pensaba, no sé por qué, que el método más natural sería para mí, en cierto modo, antinatural. Pero me informé, y sobre todo, viví el embarazo desde la ilusión, la conciencia y el instinto. Tampoco me hubiera venido mal comprarme un par de buenos libros sobre el tema y unos tapones para los oídos para no escuchar ciertas ‘palabras necias’.
De todos modos, ya había tomado la decisión sobre cómo alimentaría a mi hijo y no me dejé influir negativamente por comentarios de NADIE. Es por eso que pienso que cualquier madre debería tomar la decisión de cómo alimentar a sus bebés, ya sea con lactancia materna o lactancia artificial, a partir de información de confianza y no dejarse influenciar por comentarios externos ni por el qué dirán.
QUE NO NOS ROBEN LOS PRIMEROS MOMENTOS
En mi caso, la clave del éxito para dar el pecho ha sido dejarme guiar por el instinto, por mi cuerpo y por mi bebé desde que estaba dentro de mí. Sé que las madres aprenden a dar de mamar por imitación pero este no fue mi caso ya que la lactancia materna es bastante desconocida tanto en mi familia como en mi círculo de amigos/as.
Sí que me informé un poco previamente y después del parto. Si no hubiera fluido todo de manera tan natural, supongo que habría buscado ayuda y apoyo en grupos de lactancia, cuya labor he descubierto y es impagable. Para mí fue crucial que cuando mi hijo nació estuviera piel con piel conmigo dos o tres horas en intimidad (NADIE más que madre, padre e hijo). Las visitas podían esperar tres horas, por supuestísimo que sí. De hecho no avisé ni a mis familiares más directos de que mi hijo había nacido hasta tres horas después (tampoco nadie sabía nada de la inducción programada).
Pienso de veras que deben estar fuera de la habitación los médicos y enfermeras (en mi caso, en vez de colaborar fueron muy invasivos), por lo menos durante ese tiempo. La madre debe tener piel con piel a su hijo todo el tiempo del mundo y, como yo lo veo, al principio es antinatural que las otras personas invadan ese espacio íntimo o cojan al recién nacido. Es natural sentirse protectora y querer tener contigo a tu bebé todo el tiempo. Ya habrá tiempo más adelante para los “forasteros” y no hay que priorizar el “quedar bien”.
Todos tienen muy buena intención, no lo pongo en duda, y muchas ganas de coger bebés, pero creo, y es mi percepción personal, que son boicots en potencia para el confort y el bienestar de bebé y mamá –mientras todavía se están conociendo– y, cómo no, para establecer bien la lactancia en los primeros momentos, QUE YA NUNCA VOLVERÁN y que son sagrados pese a quien le pese.
POR SUPUESTO QUE PODRÍA ¿POR QUÉ NO IBA A LOGRARLO?
Otro matiz. Cuando estaba embarazada y decidí que optaría por la lactancia materna decía: daré el pecho, SI PUEDO. Siempre con esa coletilla. ¡CLARO QUE PODRÍA! Me pasaba de influenciable e insegura. La sociedad nos hace creer que dar el pecho es una cosa complicadísima. ¡Mentira! A ver, hay que saber ciertas cosas y poner muchas ganas. PERO: NO tiene por qué hacer daño (la clave es un buen agarre y mi bebé lo hizo bien desde que nació), NO tiene por qué ser sacrificado (porque la recompensa es infinitamente grande), NO existe leche mala o que no alimente, en la mayoría de los casos NO hay destetar cuando volvemos al trabajo o cuando tienen 6 meses, NO son ciertas las leyendas urbanas ni las historias de “mi tía la del pueblo”, NO hay alimentos o infusiones para producir más leche, etc.
SÍ que exige mucho tiempo, dedicación y generosidad porque a veces es laborioso coger el truquillo a ciertas situaciones, los bebés tienen crisis de crecimiento, hay que hacer pequeños malabarismos si quieres tener reservas de leche congelada en casa para cuando vuelves al trabajo, la mayoría de bebés lactantes se despiertan muchas veces por la noche… estas cosas son las más exigentes, pero el cuerpo responde, el bebé se adapta y la recompensa es enorme. Salir a hacer deporte bien pronto por la mañana, viajar por trabajo, pillar atascos a diario, hacer dieta…, estas son las cosas que me darían pereza realmente o que me supondrían un verdadero sacrificio. Cada uno tiene sus prioridades y cada uno ve como sacrificios cosas diferentes. Donde algunos dicen “sacrificio” yo digo “placer”.
SÍ que podemos dar el pecho las mujeres tengamos las tetas grandes o pequeñas (o los pezones así o asá), SÍ que la leche humana es la natural y la mejor nutrición para nuestros bebés, SÍ que se debe dar de mamar a demanda y sin horarios, SÍ que tenemos que dejarnos ayudar por un grupo de apoyo a la lactancia si no todo fluye fácilmente, SÍ que todas las leches de todas las madres ALIMENTAN al principio y cuando tiene seis meses y cuando come sólidos y cuando tiene un año y cuando sea, y, sobre todo: SÍ, LAS MADRES tenemos, o mejor dicho, FABRICAMOS la mejor leche para nuestros bebés y la SUFICIENTE. Todas somos capaces de hacerlo si sabemos cómo.
A mí no me vale eso que tanto se dice ‘es que no dio el pecho porque tenía poca leche’: siempre tendremos suficiente leche si ponemos el bebé al pecho a mamar muchas veces, siempre que lo pida, y no le engañamos con chupetes, ni le obligamos a seguir unos horarios, ni le dejamos dormir mil horas por la noche si nos ha salido dormilón. Siempre hay alguien que se sorprende y pregunta: ¿PERO YA “LE TOCA” OTRA VEZ? ¿YA QUIERE COMER DE NUEVO? ¿NO TE ESTÁ USANDO DE CHUPETE?. Pues sí señor/a, hace unos días estaba en mi vientre y ahora quiere seguir comiendo y estando en contacto conmigo continuamente, no con horarios absurdos. Y además, los bebés tengan 1 día, 1 mes o 6 meses, o la edad que sea, quieren teta no sólo cuando tienen hambre sino también cuando tienen sueñecito, quieren relax o los brazos de mamá…
SEGUNDO OBSTÁCULO: EL BOICOT DEL PERSONAL HOSPITALARIO SIN FORMACIÓN
Los primeros dos días hice un poco de caso de las matronas (desactualizadas) de mi clínica (donde no volveré) y a las enfermeras (pro-biberón) porque estaba desinformada y me dejé llevar un poco por aquello de “que coman cada tres horas y solo quince minutos de cada teta”. Se contradecían con la expresión “a demanda cada tres horas”. MEEEEC. GRAN ERROR. Me arrepiento tanto de haberlas escuchado aquellos primeros dos días… Mi hijo lloraba a veces y yo me preguntaba por qué, y era obvio: quería brazos + teta y yo no le estaba dando en algunos momentos porque lo cogía mi marido para intentar calmarlo. Incluso una enfermera –que recordaré con rabia toda mi vida– le dio un suplemento de leche de fórmula en biberón sin pedirme consentimiento ni explicarme que en caso de que necesitara suplemento podría ser de mi leche extraída y que no era necesario que fuera biberón (mucho mejor optar por jeringa o cucharilla). ¡Me querían meter en la cabeza que dar suplemento era normal! ¡Mentiraaa! Así se boicotean muchas lactancias ya en el hospital. Las hacen entrar en un bucle. Mi hijo tenía hambre de teta y yo estaba equivocada dando pie al rollo de seguir malditos horarios. Menos mal que enseguida me di cuenta de por dónde iban los tiros.
Todo solucionado con la TETA CONTINUA y A DEMANDA. Él quería comer cada dos horas, cada media hora, qué más da. Y se podía tirar media hora cada teta (las enfermeras me enseñaron a sacarle la teta de la boca, pobrecito mío, ¡¡¡empeñadas en que le pusiera un cronómetro!!!). Dormía en la teta. La cuna, ni verla. Yo encantada con que me prefiriera a mí que a una camita impersonal y solitaria. Por otro lado, creo que cuando se lo llevaban las enfermeras para pesarlo cada día le daban biberones pirata porque todavía no me había subido la leche y me lo devolvían dormido como por arte de magia. No quiero obsesionarme con esta idea, pero al cabo de los meses llegué a esta conclusión.
TERCER OBSTÁCULO: LOS PREJUICIOS DE LA SOCIEDAD
Con más de un año, mi hijo aún dormía (mamando o sin mamar) muchas horas encima de mí, tanto de día como de noche. El colecho me ha sido de gran ayuda y, además, despertarse junto a tu bebé es de las sensaciones más agradables del mundo. A pesar de haberse hecho siempre, sigue estando mal visto, aunque espero que no por mucho tiempo.
En cuestión de crianza y lactancia la sociedad tiene prejuicios para dar y regalar. Para los consejos “bienintencionados”, las opiniones gratuitas y las teorías sin fundamento que vengan de lejos o de cerca… tapones en los oídos, hacer que sí con la cabeza y poco más.
TODO LO QUE NO SABÍA
Antes de llegar hasta aquí no sabía que podía sentirme tan útil, poderosa, humana, orgullosa, madre. No sabía que yo sería la ÚNICA cosa que mi hijo necesitaría para crecer sano, fuerte y feliz en los primeros días de su vida. No sabía que él me buscaría desde su instinto más originario y yo le podría satisfacer tan tranquila y naturalmente. No sabía que nos inventaríamos momentos, maneras, necesidades… y encontraríamos nuestra máxima y exclusiva felicidad en esos instantes juntos.
No sabía aprenderíamos a parar el tiempo y disfrutar de serenidad, relax, refugio, satisfacción. No sabía que cada día me sorprendería al sentir que depende 100% de mí y del alimento que fabrico desde mi corazón para nutrirlo. No sabía que mi hijo se detendría de vez en cuando para mirarme con los ojos más bonitos, inocentes y profundos que hubiera podido imaginar. No sabía que me buscaría aunque no tuviera hambre. No sabía que mi dedicación plena la sentiría tan fácil, placentera y lógica, y tendría como recompensa la etapa más bonita de mi vida y un lazo único, insustituible (y espero que eterno) con mi hijo.
No sabía que ahora no me podría imaginar la vida sin todos estos momentos de unión entre ambos, que aunque sean muchos y muy largos a veces, siempre me sabrán a poco. Que aunque siempre hacemos lo mismo, siempre hay algo diferente, porque crece mientras lo tengo en el pecho, mientras el sostengo, mientras se suelta en mí porque sabe que siempre estaré rendida a él.
LA VUELTA AL TRABAJO, MUCHO MEJOR DE LO QUE ESPERABA
“La vuelta al trabajo” era un pensamiento tabú. Estaba ahí desde el inicio pero no quería hacerle frente. Las semanas pasaban y casi llegaba el momento. ¿Cómo nos lo montaremos? ¿Dónde irán a parar todas esas horas diarias de pecho? ¿Biberón? ¿Banco de leche? ¿16 semanas nada más? Era tan pequeño todavía… Gracias a mi determinación –y la de mi pareja, claro– y la inestimable ayuda de los abuelos me lo podría montar. Esta fue mi solución: no reincorporarme hasta empezar con la alimentación complementaria, trabajar a distancia parte de la jornada y preparar un banco de leche casero.
Todo fue bastante rodado y hoy por hoy puedo decir que estoy muy contenta de cómo ha ido todo con respecto a la vuelta al trabajo, la rutina diaria y la conciliación. Siempre voy de bólido, eso sí, pero supongo que como cualquier madre. Me siento afortunada, agradecida y muy segura de mí misma, con ganas de gritar en plena calle de que amamantar y trabajar es posible, con voluntad y organización. Y apoyo de la familia. Pero aún queda mucho por hacer en la sociedad de este país para que el gobierno y las empresas lo entiendan y fomenten. La verdad es que yo he tenido suerte, pero también he puesto mucho de mi parte.
Primero he explicado el final feliz de la reincorporación al trabajo. Pero aquí vienen los detalles que han marcado este viaje de complejas maniobras y que se podría titular “la rocambolesca aventura de una enferma de la organización que decidió construir su banco de leche”:
- Muchas bolsitas y botes especiales para conservar leche materna. Y mucho espacio en el congelador. Un tetris.
- El maravilloso mundo de los extractores eléctricos y manuales, y de la extracción manual tradicional. Familiarizarse lleva tiempo. La recompensa es sorprendente.
- El tedioso ritual de la esterilización de las piezas de los extractores.
- El termo viajero: de casa a la oficina en coche y transporte público durante horas. De vacaciones para seguir teniendo reservas.
- Erase una vez la lipasa, una gran desconocida. Ojalá la hubiera conocido antes de empezar el banco de leche. (Ver el siguiente punto para descubrir cómo me topé con ella).
- Gracias, Excel, por controlar mi stock.
- El complejo equilibrio entre organizarse, querer planificar algo que no se puede planificar, apostar con los ojos cerrados desde el principio por conseguir un banco más que digno (¿Será suficiente? ¿Me sobrará? ¿Cómo se le tomará? ¿Hasta cuándo sigo?)
- Cuando te deshaces de tabúes y censuras. Cuando apuestas por visibilizar lo más natural. Cuando trabajas duro para algo que todo el mundo piensa que es imposible. Con el extractor arriba y abajo por la oficina o delante del ordenador.
- “Olvídate de los vestidos un par de veranos. No son prácticos”, me repito.
- ¡Las pilas para los extractores y las bolsas para conservar leche materna son muy caras!
CUARTO OBSTÁCULO: LA LIPASA
Hace apenas un año que empecé mi banco de leche con un extractor eléctrico de buena calidad pero que me dio algunos problemas al principio. Aparte de familiarizarme, hacer lo imposible para encontrar tres momentos al día, descubrir los trucos de almacenamiento y lograr extraer la cantidad deseada, tardé en descubrir que necesitaba un embudo mucho más estrecho. Un embudo muy estrecho que no estaba disponible en el fabricante oficial y que tuve que comprar por internet a otro proveedor. Busqué mucho hasta que encontré esta solución y, de hecho, creo que muchas mujeres consiguen extraerse poca leche, se desaniman y lo dejan porque no utilizan el embudo adecuado. Probé también muchas posturas, momentos, ritmos… Me apunté al grupo de Facebook de Alba Lactancia. Leí mucho por internet. Finalmente encontré mi rutina única y personal.
Un buen día, cuando ya tenía 8 litros (en bolsas de 150ml la mayoría) en el congelador y ya se acercaba la vuelta al trabajo, pensé “descongela una bolsa y dásela, a ver qué pasa”. Así fue como descubrí qué es la lipasa.
Recomiendo a todas las mujeres que quieran hacerse un banco de leche que hagan muchas pruebas con las primeras cantidades que se extraigan para saber si se les activa esta enzima o no, y si es así, cuánto tarda en hacerlo, si es necesario escaldarla o les dura bien hasta el día siguiente, etc. En mi caso, cuando descubrí que la bolsita descongelada olía mal y tenía un sabor extraño (y a mi hijo no le gustó tomada en un vasito de pitorro) fue el drama más grande que he vivido en mi vida.
Puede sonar exagerado pero para mí fue exactamente así. Litros de oro líquido para mi hijo fabricados con dedicación y amor: ¿los debería tirar a la basura? ¿Cómo se alimentaría mi hijo cada mañana si yo tendría que pasar 8 horas fuera por trabajo? Fueron unos días muy duros. Hice muchas pruebas. Descongelé muchas bolsitas de diferentes fechas para hacer experimentos. Y descubrí muchas cosas interesantes:
- Primero, que hay muy poca información al respecto. Se deberían destinar recursos a investigarlo y a divulgarlo. Muchas madres deciden deshacerse de todo su banco de leche (¡menudo drama!) solo porque una bolsa tenía lipasa y no es necesario en absoluto.
- Segundo, que casi todos los niños acaban aceptando esta leche con la lipasa activada. No está en mal estado. Sigue siendo buena. Mi hijo simplemente no la quería tomar en vasito de pitorro al principio porque no estaba acostumbrado.
- Estoy feliz porque he podido aprovechar hasta la última bolsita de leche con lipasa activada: en varios meses mi bebé se la ha tomado sola o con papillas ecológicas con muchas ganas para desayunar mientras trabajo. ¿Quién lo habría dicho? Un final feliz inesperado a mi inconsolable sufrimiento.
- En las siguientes extracciones que realicé tras descubrir que se activaba la lipasa no tuve escaldar la leche antes de congelarla. Es lo primero que te dicen en todas partes que tienes que hacer si descubres que se activa la lipasa en tu leche extraída. Para mí hubiera sido imposible escaldar la leche después de extraer porque me saco leche por la mañana en el trabajo y hasta después de 5 o 6 horas no llego a casa. En la oficina hubiera sido impensable para mí hacer el proceso de escaldar. Investigué mucho e hice infinitas pruebas hasta descubrir que la lipasa no se activa hasta después de unas 8 o 9 horas en mi caso, así que tengo margen para ir a casa transportándola en la neverita térmica y congelarla directamente al llegar. Así que me he ahorrado el tedioso proceso de escaldar –para mí hubiera sido una pesadilla–.
- No todas las bolsas “antiguas” congeladas tenían la lipasa activada. Solo algunas que habían pasado “la noche” en la nevera previamente a ser congeladas. En muchos lugares te dicen que puedes dejarla varias horas en la nevera antes de congelarla. No sé si es así porque en todas partes dicen cosas diferentes, pero yo no lo he vuelto a hacer para curarme en salud.
QUINTO OBSTÁCULO: MI PERSONALIDAD OBSESIVA Y CONTROLADORA
Aparte de la lipasa, mi banco de leche ha tenido que luchar contra mí misma y mis excesivas preocupaciones. PRE-ocupaciones, es decir, me adelanto –y mucho– a lo que puede pasar en el futuro.
Primero me preocupaba por si conseguiría tener suficiente leche en las reservas. Descubrí, cuando empecé a trabajar, que tendría de sobras porque mi hijo no la toma en grandes cantidades (prefiere teta cuando llego) y porque seguiría sacándome leche en mi lugar de trabajo.
Entonces empecé a preocuparme por si me sobraría o me caducaría (teóricamente dura 6 meses). Finalmente tampoco ha sido así, pero cuando empecé a trabajar todos estos pensamientos me hacían entrar en un bucle de posibilidades. Llamé al banco de leche materna de mi ciudad, pero no aceptaban mi leche por varios motivos. Quizás si hubiera conocido la opción la hubiera almacenado y donado en función de sus requisitos. Pero, a pesar de todo, no estaba dispuesta a malgastar ni una gota de mis reservas, tuvieran lipasa o no, fueran más antiguas o más nuevas. Tampoco por mi empeño en hacer BLW: mi salvación fue finalmente utilizar leche congelada para dársela en formato papilla de cereales (ecológicos, no de los de farmacia ni de los que anuncian por la tele).
Finalmente empecé a trabajar y la mecánica final fue así:
- Cada mañana los abuelos le daban papilla preparada con leche congelada (tuviera o no lipasa activada, se la tomaba divinamente).
- Para comer, antes de los sólidos, le daban otra vez leche en un vasito (leche congelada de la que me sacaba en el trabajo el día anterior).
- Seguía haciendo 1 o 2 extracciones cada mañana religiosamente, de lunes a viernes no festivos. Conseguía los mililitros necesarios para congelar en un bote para la comida del día siguiente y algunos mililitros más que congelaba en bolsitas para tener más reservas para hacer papilla en el futuro.
- En el proceso de extracción ponía en un pecho el extractor eléctrico y en el otro pecho el manual. Después los intercambiaba. Al final hacía extracción manual. Es una técnica que a mí me funcionaba y que me la había diseñado a medida. La leche resultante la ponía en la nevera del trabajo y después me la llevaba a casa en un termo con acumuladores de frío -durante una hora y media de trayecto. Cuando llegaba a casa la ponía en botes / bolsitas bien etiquetadas y la almacenaba en el congelador.
Soy una obsesiva del control y me lo apunto todo. Por eso, tengo datos curiosos que me recuerdan que con voluntad se puede conseguir todo en esta vida:
- “Solo” tres cajones del congelador. Decenas de bolsitas de 150ml. Ha habido momentos que mi congelador no ha dado para más y he tenido que llevar muchísimas bolsitas al congelador de mis padres. He tenido que convivir con el miedo de que hubiera un “apagón” en su casa o en mi casa. Por suerte, y toco madera, no ha pasado.
- Calculo que desde que ha nacido mi hijo, he fabricado más de 200.000 ml de oro líquido. Quizás es un dato incorrecto –impreciso, seguro que lo es–, pero lo que sí sé es que me he extraído 40 litros de leche. ¡Increíble!
- He gastado 300 bolsitas de conservación de leche materna aproximadamente. No quiero calcular su precio porque su valor al proteger cada mililitro ha sido, al fin y al cabo, incalculable. Solo dos, al descongelarlas, estaban agrietadas.
Más datos genéricos sobre la historia de nuestra lactancia:
- Mi hijo es 100% feliz y yo al 200%.
- Mi hijo ha hecho más de 6 meses de lactancia materna exclusiva.
- Mi hijo ha acudido a la teta más de 400 días (con sus noches). Concretamente, se ha enganchado más de 55.000 minutos (yo y mis cálculos…).
- 100% vínculo, 100% confianza en mi bebé y 100% auto-confianza
- 100% determinación y 100% alimento
- 50% información + 50% instinto
UN RINCÓN PARA LOS AGRADECIMIENTOS PERO TAMBIÉN PARA LA INDIGNACIÓN
Podría dar gracias por haber llegado hasta aquí (y seguir adelante hasta que mi hijo y yo así lo decidamos) a mi profe de yoga para embarazadas (por la visión de la maternidad consciente y aprender a escuchar un poco más mi cuerpo), a la profe de las clases pre parto (por su buen rollo y conocimientos prácticos sobre la lactancia), por supuesto a las dos o tres personas muy cercanas que han sido cómplices y me han hecho saber de su apoyo diciéndome siempre ’lo estás haciendo bien ‘, a una asesora de lactancia impagable y empática y, sobre todo, a mi hijo por haberme sabido guiar y haberlo hecho tan bien desde que me lo pusieron encima. También gracias a Internet he descubierto textos muy prácticos, historias emocionantes de otras madres y el foro Alba Lactancia. Y muy valiosa la aplicación LactApp, recomendación de mi mejor amiga.
¡Ah! Y gracias a mi entorno laboral –mi jefe y compañeros de la oficina– que me permite seguir haciendo 1 o 2 extracciones cada mañana y trabajar desde casa algunas horas, y también gracias a ellos pude tener una vuelta al trabajo “a medida” de las necesidades de mi hijo –condicionadas por la lactancia materna.
Si he tenido éxito con la lactancia no será gracias a la ‘prestigiosa’ clínica donde parí. Ni gracias a las comadronas que me tocaron y me desinformaban. Ni a las pediatras de mi hijo que, además, se atreven a autodenominarse pro lactancia a pesar de que cada vez que me visitan se sorprenden de que mi hijo sea de pecho, como si fuera algo extrañísimo, y siempre me demuestran con sus comentarios que no saben casi nada del tema. Ni gracias a los ginecólogos fríos y robotizados que intentaron robarme el parto. Ni gracias a las enfermeras desactualizadas que me tocaron, que iban con los biberones arriba y abajo pero sin rastro de humanidad.
Por otro lado, ¿por qué abundan tanto las historias negativas sobre dar el pecho y no se corre la voz sobre que es DE LO MEJOR QUE PUEDE EXPERIMENTAR UNA MUJER EN SU VIDA? Quizá podríamos animar a las madres explicando cosas bonitas y no ejemplos poco motivadores. Y es que cuando alguien se entera de que doy el pecho sólo me preguntan cosas como: duele, ¿verdad? qué sacrificio, ¿verdad? ¿Y hasta cuándo? Y lo que me resulta particularmente inquietante: ¿por qué?
Haber llegado hasta aquí tampoco será gracias al “fenómeno” de la canastilla, el marketing, las multinacionales, etc. Todo eso te mete en la cabeza que lo normal es necesitar biberones y cunas, obligar a usar chupete al pobre recién nacido, te hacen creer que es normal dar cereales a los 4 meses cuando en realidad tienen que estar con lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses o hasta cuando esté preparado para comer sólidos. Te bombardean con el rollo de las leches de continuación para “después de la lactancia”. Y muchas cosas más. Bufff, qué indignación me genera todo esto.