Rechazo del bebé al pecho: mi experiencia
Soy Ariadna Vaqué, experta de LactApp, y este es el relato del rechazo del bebé al pecho que viví con mi pequeño. Era 11 de junio y llevábamos 17 meses de lactancia sin complicaciones, más que alguna pequeña obstrucción.
Un viernes nos llamaron de la escuela infantil diciéndonos que si podíamos recoger a Jan porque tenía fiebre. Parecía un virus más, típico de escuela infantil. El viernes estuvo un poco chafado pero mamó con normalidad. Los fines de semana tenemos la costumbre de hacer siesta con teta, pero ese día rechazó estar conmigo y solo quería estar con su padre. Se acercaba al pecho pero a las dos succiones se echaba para atrás con cara de dolor y poniéndose las manos en la boca. No le di demasiada importancia, aunque le iba dando vueltas.
Salimos un rato para airearnos y Jan volvía a rechazar el pecho, una y otra vez. Más tarde empecé a preocuparme y me di cuenta que estaba rechazando el pecho porque le dolía la boca. Sospecho que podría ser el virus boca-mano-pie (aunque no veíamos ningún granito ni en las manos ni en los pies pero sí que tenía en la boca).
La suerte que tuvimos es que Jan seguía mamando por las noches, pero por la mañana recordaba el dolor y no quería teta. Yo me sacaba leche para drenar el pecho y mantener la producción. Aproveché para hacer helados de leche materna, así no me dolía tanto tirarla.
Recuerdo que lloré mucho, fueron los peores días en lo que llevábamos de lactancia. No me había imaginado este final para nuestra lactancia. No me había ni planteado cuando quería que terminase, pero tenía muy claro que no quería que fuera en ese momento.
Observé un cambio en él, no sé si porque realmente pasó o porque estaba tan deseosa para que volviese a engancharse que lo veía así. Lo notaba tan diferente, era mi hijo pero no le reconocía, estaba distante conmigo y yo pasé unos días anímicamente muy mal.
A partir del domingo establecí una especie de rutina. Aprovechando el calor que hacía nos pasábamos horas los dos sin camiseta, muchísimo piel con piel y hacerle reír mucho. Nos acostábamos en la cama y nos pasábamos horas jugando, lo disfruté pero siempre me rondaba por la cabeza “que se agarre por favor”. He de reconocer que se me pasó muchísimas veces por la cabeza cogerlo y ponerle el pecho en la boca pero sabía que eso solo haría que empeorarlo todo. Debía mantener el “sin forzar, sin ofrecer”.
Mi compañera Alba Padró me recomendó que nos diéramos un baño en la bañera los dos. Pero desgraciadamente no tenía uno a mano. Nuestro baño, el de casa de mis padres y el de mis suegros son baños nuevos en los que ya no hay bañera. Pero el ingenio y las ganas de recuperar la lactancia me hicieron meterme en su bañerita (donde a mí solo me cabía el culo). Recuerdo reírme tanto… la imagen era para enmarcar.
Pasamos cuatro días en los que Jan solo aceptaba mamar de noche. Hasta que el miércoles, cuando lo recogí de la escuela infantil y ya como rutina, me quité la camiseta y se la quité a él. Y sin saber cómo, se acercó, pidió teta y se enganchó, sin separarse. Hizo una toma de casi media hora hasta quedarse dormido. Y yo no me lo creía. Recuerdo llorar mucho y casi sin moverme para no fastidiar el momento, enseguida contacté con mi marido, mi madre y Alba para contarlo.
A día de hoy, un mes después, seguimos con nuestra lactancia. Hemos pasado ya por una mastitis hace poco pero vamos surfeando las olas que van viniendo. Es y está siendo una etapa maravillosa en que, si cabe, la estoy valorando más que nunca.