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Tetas, lactancia y emociones

Tetas, lactancia y emociones

La relación con nuestros pechos y nuestro cuerpo se pone en primer plano durante el embarazo y la lactancia y puede hacer aflorar muchas emociones que pueden afectar a nuestra vivencia del posparto. Por eso, hoy queremos hablar de tetas, lactancia y emociones.

Nuestros pechos son un símbolo de feminidad y de sexualidad en nuestra sociedad. Son un elemento del cuerpo de la mujer que se ha usado vastamente en campañas de marketing de una gran variedad de productos y servicios. 

Nuestro aprendizaje como mujeres sobre cómo es el cuerpo femenino se ha hecho también en parte en base a esta influencia de la publicidad. En el imaginario colectivo, los pechos son simétricos, voluminosos, con contornos perfectamente redondeados, con los pezones ligeramente sobresalidos, sin ningún pelo y bien tersos. Por supuesto, una imagen idealizada lejos de la realidad y muy distante de la evolución que se produce durante el ciclo sexual y reproductivo de la mujer desde nuestra pubertad.

¿Cómo pueden cambiar los pechos durante el embarazo y la lactancia?

Los pechos, junto con la barriga, son las partes del cuerpo que más van a cambiar durante el embarazo y el posparto. Podemos llegar a necesitar hasta tres tallas más de sujetador que la que usábamos antes de quedarnos embarazadas. Y, en el posparto inmediato, podemos incluso notar que aumentan un poco más su volumen. Después, a medida que el bebé regula la producción de leche, podemos ver como los pechos disminuyen su tamaño y dejan de estar hinchados.

Muchas mujeres descubren cómo son sus pechos gracias a la maternidad. De golpe, dejamos de mirarlos como elementos simplemente sexuales y pasan a ser una parte de nuestro cuerpo que necesita atención y que van a ponerse a funcionar para alimentar al bebé. Y esto puede generar sentimientos de ambivalencia por desear que los pechos sean como antes y podamos volver a una cierta normalidad y, al mismo tiempo, podamos sentir asombro e incluso orgullo de cómo funciona nuestro cuerpo. Hay mujeres que gracias a la lactancia y a la maternidad, se reconcilian con sus pechos con los que podían sentirse incómodas.

Los sentimientos que pueda tener cada una también dependen de la propia experiencia con su propio cuerpo y del acompañamiento de los profesionales y del entorno más cercano.

¿Cómo afecta este bagaje a nuestra lactancia?

Para empezar, la forma y tamaño de los pechos está históricamente ligada a mitos y creencias sobre la producción de leche. Durante mucho tiempo se ha relacionado el pecho grande y voluminoso con una mayor cantidad y calidad de leche. Dejando claro que un pecho pequeño no puede alimentar al bebé del mismo modo. Por lo tanto, solamente por el tamaño o la forma de nuestros pechos podemos sentirnos más o menos preparadas para iniciar la lactancia.

Un mito muy común es el que nos dice que la lactancia estropea los pechos. Es un concepto muy desafortunado ya que nos remite a que hay que mantener una eterna juventud y que los pechos deben mantenerse turgentes como si nunca hubiéramos estado embarazadas. Como si el hecho de que los pechos sean un símbolo de sexualidad, provoque que no podamos admirarlos y quererlos por lo que son y la evolución que hacen. Sí, el pecho va a evolucionar aunque en realidad no lo va a hacer a causa de la lactancia sino del mismo embarazo y del paso del tiempo. 

La lactancia en un entorno familiar a veces tampoco es bien vista. Según delante de quién tengamos que dar el pecho, nos podemos sentir incómodas o nos podemos sentir molestas con las miradas, que pueden ser benevolentes o acusatorias. Y que muchas veces nos obligan a retirarnos a otra habitación para dar el pecho. Si esto es algo que la madre tenga que repetir con frecuencia, se puede sentir aislada e incómoda por las limitaciones que la lactancia supone. 

Otro aspecto a tener en cuenta es la lactancia en público. Todavía en muchos ámbitos, los pechos se consideran una parte íntima del cuerpo femenino que debe estar cubierto. Pero si hemos tenido un contacto mínimo con la lactancia, sabremos que no es posible mantener la lactancia y que el pecho esté cubierto todo el tiempo. Por lo tanto, mantener la lactancia nos puede hacer sentirnos expuestas y podemos experimentar vergüenza por amamantar. Es un sentimiento que puede aparecer sobre todo en los primeros días de lactancia y que poco a poco se va normalizando. Cuando este sentimiento es predominante, algunas mujeres pueden incluso llegar a no salir de casa durante meses, limitar las salidas para volver a casa antes de que pida el bebé y en casos muy extremos esto supone tanta carga, que las mujeres llegan a suspender la lactancia.

Cuando la forma y tamaño del pecho sí puede afectar a la producción de leche

También es más difícil identificar la patología o las dificultades. Conocemos tan poco la fisiología femenina que incluso puede resultar difícil identificar que sí puede haber una falta de tejido mamario que pueda afectar a la producción de leche (¡nunca a la calidad! Aunque nuestro pecho produzca menos leche, la que genere será de calidad óptima).

Es importante que todos las entidades que trabajan por la normalización de la lactancia muestren también imágenes de los pechos, de las diferentes formas y tamaños, pezones, asimetrías, etc., para que las mujeres nos podamos sentir identificadas y poder buscar y encontrar soluciones a las posibles dificultades que puedan ir apareciendo. 

Si consideras que la forma de tus pechos puede estar influyendo en tu lactancia, no dudes en contactar con una experta en lactancia que pueda valorar tu caso de forma personalizada.

Cuando nuestro pecho nos “falla”

¿Y qué pasa cuando la lactancia que habíamos soñado no es posible o la glándula no responde a las cantidades de leche que esperamos? 

Pues normalmente se inicia un duelo, un tiempo de adaptación a la nueva realidad. Transitar un duelo necesita de tiempo y apoyo. Requiere cerrar etapas, vencer la rabia y la frustración y poder cerrar la etapa. 

Y en el duelo, en esta tristeza que nos puede acompañar, va a ser clave encontrar una figura que nos escuche y que sepa validar lo que sentimos. A veces es complicado encontrar quién sepa escuchar y que no diga las mismas frases hechas de siempre que no sirven de nada y duelen mucho: “no pasa nada por dejar de dar el pecho”, “ya le has dado mucho tiempo, tranquila”, “¿Estás triste por esto?  ¡Si es una tontería!”… y más frases que hacen mucho daño. Busca con quién puedas hablar y puedas expresar todo lo que sientes. El duelo dura un tiempo, y poco a poco la tristeza debería desaparecer, si esto no pasa, te invitamos a consultar con una psicóloga perinatal que te pueda acompañar para cerrar el proceso. 

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