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“Necesitaba ganar la batalla de la lactancia”: relato

“Necesitaba ganar la batalla de la lactancia”: relato

Hoy os compartimos el relato de lactancia de Carmen, una usuaria de LactApp que ha querido compartir su historia con vosotras. Os dejamos con ella:

Inspirada por otros relatos de lactancia me he animado a compartir mi historia, por si puede ayudar a otras personas que estén pasando por una situación similar. Mi nombre es Carmen, soy la mamá de Luca y para mí la lactancia ha sido una carrera de resistencia, más que de velocidad.

Luca fue un bebé arcoíris que llegó después de cinco años buscando un nuevo embarazo, entre ellos dos años de tratamiento de reproducción asistida.

La experiencia de parto no fue nada buena, había una mala posición que no se trató utilizando la epidural como excusa, por lo que acabé en cesárea de urgencia atada, sola y muy asustada, con un plan de parto que ni siquiera consultaron (aún me duele pensar en ello).

Empiezo contando esto porque desde que perdí a mi primer bebé a las 10 semanas, en toda mi carrera hacia la maternidad me ha perseguido la sombra del fracaso. Una sensación horrible que, aunque soy consciente de que no era por mi culpa, sentía como un peso en cada paso que daba. Sentí como un fracaso mi primer embarazo, un fracaso los siguientes tres años buscando un nuevo embarazo, otro fracaso los siguientes dos años en tratamientos de reproducción, un fracaso el no disfrutar de mi embarazo como me gustaría y dejar que el miedo marcase mis días. Otro fracaso por no conseguir un parto respetado y un inmenso etcétera que paró en el momento que acerqué a mi bebé a mi pecho.

Cuando Luca nació me lo acercaron para que lo viera. Lo olí, lo besé y me quedé dormida. Se lo llevaron al padre para que hiciera piel con piel mientras yo despertaba de la anestesia, pero mi primera impresión fue no sentir nada de emoción. Solo tranquilidad al saber que estaba bien y un inmenso agotamiento.

Cuando me llevaron a la habitación, mi pareja tenía el dorso desnudo y Luca estaba sobre su pecho, tranquilo, delicado. Enseguida lo pusieron sobre mi pecho. Yo no sentía nada y sin embargo sabía exactamente qué hacer, lo acerqué al pecho y empezó a mamar. Lo primero que sentí fue un pinchazo, lo siguiente fue una sensación de felicidad absoluta: tenía a mi maravilloso bebé arcoíris sano y alimentándose de lo mejor de mí. Lo había conseguido y creo que por primera vez no sentí que fracasaba, todo lo contrario- Por primera vez sentí esperanza y fuerzas para comerme el mundo

Fue una emoción maravillosa que pronto tuvo complicaciones, pero yo me agarré a ella con todas mis fuerzas.

A Luca le costó recuperar el peso del nacimiento casi 10 días, por lo que me estuvieron haciendo controles de peso todas las semanas. Al principio hubo problemas de agarre y grietas, pero se resolvió con una visita a la matrona. En la siguiente visita las grietas ya se estaban curando y la lactancia no me dolía. Una vez recuperado el peso del nacimiento empezó a ganar muy bien de peso, ¡hasta 65 gramos por día! Yo estaba que no cabía de felicidad, me sentía poderosa, invencible y mis pechos que siempre han generado muchísimo complejo en mí de repente eran mis mejores aliados, eran los más bonitos del mundo!

Sin embargo a la siguiente semana la tabla de peso de Luca se estancó, no perdía peso pero tampoco ganaba. Revisaron frenillo: bien. Revisaron agarre: bien. ¿Cuánto pis y deposiciones al día? ¿Suelta el solito el pecho? ¿Pide pecho? La respuesta a todo estaba bien, así que no sabíamos qué pasaba, y al final nunca lo supimos.

Me compré un sacaleches (el que me pude permitir, que era manual y de los más baratos). Hice extracción poderosa, bebé a un pecho y sacaleches en el otro pecho, cada gota que conseguía la guardaba para dar luego, empecé a bucear en la app de LactApp, con visitas constantes a mi matrona… Y nada, no había forma de aumentar la producción y mi bebé continuaba ganando menos de 20 gramoas por día, hasta que al final decidimos comprar leche de fórmula.

Los biberones se los dábamos con el método kassing. Yo tenía claro que quería continuar dando el pecho. Mi pareja estaba encantado con los biberones, sentía que él también podía alimentar a Luca y le gustaba hacerlo. Al principio pensamos en dar fórmula para complementar, pues yo estaba agotada y mi obsesión con el pecho empezaba a pasarme factura. Pero al ser tan cómodo, cada vez empezamos a utilizarlos más, hasta el punto que dejé de despertarme con los pechos llenos de leche como solía hacer. Ese fue el momento en que dije basta.

Con la situación que teníamos entonces no podíamos permitirnos pagar una consulta con una IBCLC, así que tiramos de la matrona que teníamos en el centro de salud que por suerte era una profesional muy actualizada. Para Reyes pedí un sacaleches eléctrico, aprovechamos las rebajas y cogimos uno accesible de precio y cómodo, y volví a la carga, pero esta vez sola.

Mi pareja había disfrutado tanto de los biberones que no entendía que yo quisiera luchar por dar el pecho. Era consciente de los beneficios de la leche materna, pero su sentir era que me estaba esforzando demasiado cuando tenía opciones menos “duras” y que no afectaban a la salud de Luca. Recuerdo un día en que le dije: no es cabezonería mía, es que lo necesito. Con el parto que he tenido, con el posparto que hemos tenido, yo creo que lo único que ha impedido que yo caiga en una depresión es esta batalla, y necesito ganarla. Este tema para mí es tan importante que es innegociable, y si no me vas a apoyar, por lo menos no interfieras…. Fueron palabras muy duras para él, soy consciente de ello, pero yo necesitaba decirlas porque era mi verdad. Esto era algo en lo que necesitaba no fracasar, y pensaba luchar por ello, así que lo hice, luché, sola, pero no me di por vencida… Y lo conseguí.

Para entonces mi bebé tenía 4 meses. Volví a intentar la extracción poderosa con el nuevo sacaleches, que era más cómodo, y vi una mejora respecto a la experiencia anterior. Volví a estimular y a aprovechar cada gota del pecho del que mi bebé no mamaba. Y cada gota que conseguía de leche materna era una gota que restaba de fórmula. Así hice los siguientes dos meses, hasta que nos quedamos solo con 90 mililitros de fórmula al día. Entonces la matrona me dijo que quitase esos ml durante una semana y volveríamos a ver el peso, a ver si ganaba bien. Tristemente esa semana mi bebé perdió 200 gramos y yo me vine abajo. Me resigné a depender de esos 90ml el resto de mi lactancia y entonces llegó la maravillosa alimentación complementaria.

Para mi sorpresa, a mi hijo le encantó explorar las texturas de los alimentos y jugar con ellos, hasta que descubrió que se podían comer. Eso fue gloria bendita para él, todo lo que le daba le gustaba y de repente él solito empezó a rechazar la fórmula. Ni biberones, ni vasos. Nada. No quería saber nada de la leche de fórmula. Yo siempre le daba pecho antes de descubrir algún nuevo alimento y después de comerlo le volvía a dar, pero no había forma de que tomase la fórmula, así que cuando tuve la siguiente consulta fui con el corazón en el puño. Estaba muy asustada por lo que podría pasar, la última vez que retiramos el biberón perdió peso, ¿y si había vuelto a perder?

Pues no. Increíblemente mi bebé había ganado muy bien de peso con la teti y la alimentación complementaria y se le veía feliz, y yo también estaba feliz.

Desde entonces así seguimos, teti todo el día, incluido antes y después de las comidas, y ganando muy bien de peso. El próximo mes Luca cumplirá su primer añito y me estoy planteando hacer lactancia prolongada, ahora que al fin lo disfrutamos los dos no tengo ningunas ganas de destetar y ya he avisado a navegantes, para que se ahorren las opiniones no pedidas.

Aún me queda mucho por hacer, todavía hay heridas relacionadas con mi parto y con los años de búsqueda, pero eso es otro tema. Ahora mismo solo me agarro a la idea de que al fin he conseguido la lactancia que deseaba y esta vez no he fracasado. Esta lucha la he ganado yo y disfruto de esa victoria todos los días, varias veces al día.

Porque a veces la lactancia materna no es una carrera de velocidad, sino de resistencia.

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