“Mi lactancia después de un cáncer de pecho”
La lactancia tras un cáncer de pecho es algo desconocido. Hoy os mostramos el relato de Clara Valera, mujer y madre valiente donde las haya, que quiso compartir con nosotras la experiencia de su lactancia después de un cáncer de pecho. Muchísimas gracias Clara por tu relato, seguro que ayudará a muchísimas mujeres.
Seis años antes de nacer mi hijo sufrí un cáncer de pecho. Pasé por quimioterapia, cirugía conservadora y radioterapia.
Debido a esto, durante el embarazo me fui informando al respecto de las posibilidades de dar el pecho tras un cáncer y me encontré historias esperanzadoras (¡incluso una madre que alimentaba a sus gemelos con un único pecho!). Estaba convencida de que la lactancia era posible con un único pecho, así que decidí encarar la situación como cualquier otra futura madre.
Tuvimos un maravilloso y súper rápido parto natural en casa. Hicimos piel con piel justo al nacer, pero aún así mi pequeño no parecía que se agarrara demasiado al pecho. Con la ayuda de la comadrona y poniéndolo mucho al pecho, al final lo consiguió.
Los primeros días parecía que la cosa iba relativamente bien. Él estaba todo el día en el pecho (algo que yo ya sabía que era normal), pero también toda la noche. Al llegar la tarde, me empezaba a dar ansiedad por tener que enfrentarme a toda la noche ‘sola’ con el pequeño. La peor de todas fue la cuarta noche. Yo estaba teniendo la subida de la leche y con la carga hormonal posparto, me puse a llorar como una loca diciéndole a mi marido que estaba torturando a mi hijo por mi tozudez con la lactancia. Creía que el niño estaba pasando hambre y que era culpa mía, porque le podía dar leche artificial. Al padre de la criatura le tocó ir a buscar un sacaleches a las 2 de la madrugada (cosa que no funcionó, porque no me supe sacar leche) y un segundo viaje a por leche artificial. Le acabé dando 10 ml, que trajeron la calma a casa esa noche.
Al día siguiente, vino una asesora de lactancia en casa. Después de 3 horas probando y perfeccionando posiciones y agarre, la asesora me dijo que me quedaban un par de días duros y luego iría mejor. Saber que aquel sufrimiento tenía el tiempo contado me ayudó a salir adelante. Aquella visita fue un antes y un después.
Las primeras revisiones nos las hicieron las mismas matronas en casa. Ellas controlaban el peso del bebé, ya que había perdido fuerza desde el nacimiento, pero nos dieron la confianza y el margen para remontar. Suerte de ellas, ya que en el hospital ya nos hubieran introducido las tomas de leche artificial de apoyo. Poco a poco fue ganando peso, cada vez de forma más rápida.
Cuando el pequeño hizo un mes fuimos por primera vez a la pediatra de la seguridad social. El hecho de haber parido en casa y no habernos presentado hasta entonces parecía un problema para la doctora. Cuando me preguntó que si hacía lactancia le dije que sí, lactancia materna a demanda. Recordaré siempre su respuesta: “Con un solo pecho lo debes tener en carne viva, ¿no?”. Aluciné mucho y le contesté que no tenía ningún problema. “La lactancia no debe doler“.
Más tarde pesó al pequeño y comenzó a hacer cálculos durante un buen rato con la calculadora. Me soltó un: “De momento seguiremos con lactancia materna”.
¿De momento? ¿En serio? Esta era una decisión en la que me podría aconsejar, pero en ningún caso sería ella quien decidiera.
En las siguientes revisiones el pequeño había ganado tanto peso que no pudo decir ni mu.
Desde ese momento hasta el momento de escribir este relato (con 12 meses de lactancia) todo ha ido rodado. Hemos pasado por las famosas crisis y las hemos vivido con la tranquilidad de conocer qué y por qué estaba ocurriendo. Para mí, la lactancia no ha sido diferente que para cualquier otra madre. El hecho de tener un único pecho para amamantar no ha supuesto ningún problema más allá de dolores musculares debidos a apoyar el peso siempre en el mismo lado o tener posturas muy repetitivas.
Debo confesar, sin embargo, que no la he disfrutado tanto como podía haber pensado. Tenía tan idealizada la imagen del bebé en brazos de la madre, mirando el uno al otro con ojos de enamorados, que no pensaba que aunque, esto ha sido así, también ha supuesto un enorme sacrificio.
He vivido (y aún vivo) las noches en intervalos de 2 horas. He estado días enteros con el pecho fuera y en muchas ocasiones me he sentido desbordada por la necesidad de mamar a cualquier hora y en cualquier lugar. Aún así, tengo la enorme satisfacción de saber que le he dado lo mejor en mi pequeño y que el cáncer no significa no poder dar el pecho como cualquier otro madre lo haría.
Ahora solo es necesario que los profesionales de la salud también sepan que la lactancia materna es insustituible y que es perfectamente posible incluso después de un cáncer.
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