
Una lactancia desde el otro lado del cristal
Esta semana os traemos un relato que nos ha emocionado en muchos sentidos, ha sido una suerte para nosotras poder leer la historia de Lucas, Raquel e Ismael, y agradecemos enormemente la generosidad de esta familia de querer compartirla con todas vosotras. Esperamos que si alguien está pasando por algo parecido, le ayude a encontrar un poco de luz en el camino. ¡Millones de gracias!
Nuestra lactancia empezó en reanimación, justo después de salir de quirófano de una cesárea urgente en la semana 27+6 de embarazo por haberme puesto de parto, y estar el bebé en posición de pie, además del cordón prolapsado.
Yo conocía muy bien los millones de beneficios de la lactancia materna, y sabía que sería especialmente importante en este caso, un bebé muy prematuro que iba a necesitar de muuuuuchos cuidados especiales.
Así que sin pensar mucho más, con ayuda de mi pareja y mi hermana, en cuanto salí del quirófano, aún con las piernas dormidas, y el tremendo miedo por un bebé que necesitó reanimación y se llevaron rápidamente a la UCI neonatal, comenzamos con la estimulación del pecho y extracción manual de calostro.

(Los primeros mililitros que conseguí extraer.)

(Mi pareja desde el principio al pie del cañón. Aquí extrayendo gotitas de calostro a las 3 de la madrugada en la primera noche, turnándonos porque ya me dolía la mano).
Una vez en la habitación, ya de madrugada, aunque no podía levantarme de la cama todavía ni moverme bien, continuamos con la estimulación. Era nuestra primera noche siendo padres, pero sin tener a nuestro bebé con nosotros, y sintiendo una mezcla entre mucho mucho miedo y una poquita alegría.
En cuanto amaneció, empezamos con el sacaleches eléctrico, y comenzaron las extracciones cada 2-3 horas, combinando con extracciones manuales ya que era la forma más eficaz de extraer el calostro. Aunque aun así, en esos primeros días, conseguía extraer muy pocos mililitros en cada extracción (lo normal en estas circunstancias), pero sabía que aunque fuera poco, era muy importante, y para mi bebé era medicina, para prevenir y disminuir el riesgo de posibles complicaciones.


(El primer mililitro que le dieron al bebé de calostro, que haría una capa protectora en todo su sistema digestivo. ¡Qué orgullo saber que estas gotitas le iban a venir tan bieeen… y esos mililitros empezaron a llegar a las líneas de la medida del tarrito, unos mililitros que serían medicina para mi bebé)
Aquí empezó mi relación de amor-odio con el sacaleches para los siguientes meses. Me lo tomé como un trabajo, y pasara lo que pasase, cada 2 horas (3h máximo), me ponía el sacaleches para estímulo y extracción de leche, ya que no podía poner a mi bebé. En el coche, en la sala de espera, en la sala de padres del hospital, mientras hacía canguro con el papá… de día y de noche, para ir aumentando la producción, poder alimentarle y estar preparada para cuando llegara el momento de cogerse al pecho (aunque faltarían meses todavía para eso).
Compramos una nevera de transporte con acumuladores de frío para poder llevar y transportar de forma segura la leche siempre, junto con el sacaleches. Un equipo inseparable.

(Mientras el papá hacía canguro con el bebé).
La primera semana sacaba suficiente para alimentar al bebé (se lo daban a través de sonda orogástrica), ya que comía muy poco cada 3 horas. Pero enseguida empecé a tener la percepción de que la cantidad de leche extraída era muy poca, y no aumentaba… así que empecé a leer y buscar formas de aumentar la producción… probé muchas cosas, que si extracciones más frecuentes, mucho piel con piel (todo lo que el estado del bebé permitía), que si los calcetines tapando los botes del sacaleches, masajes en la espalda, que si extracciones poderosas… incluso llegué a probar la domperidona durante unos días (fármaco para aumentar la prolactina). Aquí empezó una real obsesión por los mililitros que sacaba en cada extracción, obsesión que duró semanas, y que me costó muchas lágrimas, ya que me daba pánico perder la producción, o no tener suficiente leche para mi bebé, y que no tuviera suficiente medicina. Mi pensamiento estaba en que nos había salido todo “mal”, y que lo único que podía hacer por mi bebé era darle mi leche, y si eso también me salía mal… uff, me daba miedo terrible pensarlo.
Con todo lo que fui haciendo, la producción iba aumentando, pero también pude conocer de primera mano lo que era una mastitis, que finalmente tuve que tratar con antibiótico.
Aquí decidí que a pesar de ser matrona y tener formación en lactancia, necesitaba el asesoramiento de alguien más experto, y que me diera la objetividad que yo no era capaz de tener (mi cerebro estaba completamente “frito”) y contacte con LactApp y Laia. Hago un pequeño spoiler, pero fue la mejor decisión que pude tomar. Con Laia pude resolver todas las dudas que tenía y repasar todo lo que estaba haciendo y lo que no. Me dio tranquilidad, esperanza y confianza, que en ese momento necesitaba mucho.

(Mastitis en proceso)
Fueron pasando los días, y cada día la misma rutina, sacaleches, esterilizar, nevera, hospital, sacaleches, canguro, contar mililitros, sacaleches… Todos los martes la cita con Laia… Mejor no pensar en el camino que quedaba por delante porque todavía era muy largo. Mejor vivir el día a día. Y aunque había muchas veces (sobre todo de noche, con todo el cansancio físico y emocional acumulado) que daba mucha pereza poner el sacaleches, siempre pensaba lo mismo: “mi bebé lo necesita, vamos un día más”.
4 semanas estuvo mi bebé en la UCI, 4 semanas de lucha, de lágrimas, complicaciones, miedo, cansancio y sueño (sueño en muchos sentidos, porque teníamos sensación de que estábamos flotando, viviendo en otra realidad… el tiempo pasaba rápido y lento a la vez). Hasta que por fin, fue capaz de respirar “solo” con ayuda de gafas nasales con oxígeno. “Ya” tenía 32 semanas (las semanas que habría cumplido en el útero), y aunque todavía nos quedaba ingreso por delante, lo más grave parecía que había pasado.

(La leche extraída en casa para llevar al hospital por la mañana)
Unos días antes de cumplir 33 semanas, con 1.650kg me propusieron acercarlo al pecho (habiéndolo “vaciado” previamente para evitar atragantamientos, ya que todavía no tenía esa madurez para tragar y se alimentaba con sonda orogástrica). Ese mismo día, gracias al apoyo y refuerzo de Nuria, una de las mejores enfermeras que cuidó de nuestro pequeño (y de nosotros), se hizo el primer pequeño milagro haciendo sus primeras succiones en el pecho, y dándome a mí un subidón de ánimo y energía para seguir.

(El primer agarre directo al pecho).
Estuvimos dos semanas en cuidados “intermedios”. Intentando cada día, en los ratos de canguro, que se familiarizara con el pecho. Algunos días conseguimos unas cuantas succiones y otros días nada, pero seguimos intentándolo. Mi producción de leche continuaba aumentando poco a poco, y también mi obsesión (creo que rozando lo patológico) contabilizando cada mililitro de cada extracción y comparando con días previos (tengo anotaciones detalladas de mililitros con hora y tiempo de extracción de cada día, sí, un poco loco). En este momento hacía entre 10-11 extracciones diarias, incluyendo 3-4 extracciones poderosas al día. Seguía teniendo mucho mucho miedo de cambiar algo y que mi producción bajara y me quedara sin leche, porque aunque había acumulado un pequeño banco de leche en el hospital, temía que cuando se pudiera coger al pecho no tuviera nada (objetivamente era casi imposible que pudiera pasar, pero mi mente no era capaz de ser objetiva). En cada extracción, en suma al final del día de los mililitros, y en cada lágrima, no me faltó una palabra de ánimo y de aliento de mi pareja.

(Empezaron a desconectar las gafas nasales algún rato y aprovechábamos para acercar al pecho con menos interferencias. Aquí tenía 6 semanas de vida, ya 1.800kg).
A las 34 semanas, pesando casi 2kg, pasamos a la sala “final”. Ya quedaba menos para irnos a casa. Empezó a tomar algunos mililitros de leche por succión, con el biberón (la gran parte de la toma seguía siendo por sonda), pero era un gran paso.
A pesar de que pasábamos todo el día con él y solo íbamos a casa a dormir por la noche, no eran muchas las oportunidades que tenía de ponerlo al pecho, aunque lo hacíamos todas las veces que podíamos. En estas semanas conocí también lo que era tener obstrucciones, mastitis subaguda y síndrome de Raynaud. Gracias a la paciencia y los probióticos, y los consejos de Laia, fuimos superando estos obstáculos (y digo fuimos porque mi pareja y mi familia fueron, y son, apoyo fundamental en esta experiencia).
En los siguientes días fue aumentando los mililitros que era capaz de tomar por succión en el biberón y pasaba algún rato más succionando al pecho. Era curioso como en el pecho tenía su ritmo, se regulaba y apenas daba muestras de cansancio, sin necesitar apenas oxígeno, y con el biberón acaba agotado la toma.
Durante el ingreso, no faltó el apoyo de nuestra pediatra, Lucía, todos los días nos decía: “Madre mía, tienes una leche buenísima, mira como crece y que bien está vuestro bebé”. También de las enfermeras, sobre todo Nuria, que siempre me animaba y remarcaba la cantidad de leche que me salía (“cuanta leche tienes!”… cuando yo pensaba que iba regular…).

(Tomando su biberón, ya sin oxígeno por fin)
A sus 8 semanas de vida, y 36 semanas “de gestación”, fue capaz de hacer las tomas completas en el biberón sin que le bajara el oxígeno. Así que, nos dieron la noticia más esperada estos últimos dos meses: nos daban el alta, ¡a casa!.

(Uno de los dos cajones de leche que almacenamos en nuestro ingreso)
Antes de irnos a casa, las enfermeras y la pediatra del banco de leche me buscaron para hacerme una propuesta, ya que durante el ingreso había conseguido almacenar mucha leche (como son las cosas… con el miedo que había tenido todo el tiempo de justo lo contrario…). Me propusieron hacerme donante de leche y donar parte de la leche que había conseguido a los bebés como el mío que la pudieran necesitar. Y no lo dudamos, donamos uno de estos cajones de la foto al banco de leche. Fue un subidón enorme, y me llenó de satisfacción poder aportar mi pequeño granito de arena, que además, tanto esfuerzo me había costado.
Nos dieron el alta con 2.350kg, tomas de 50 ml de leche cada 3h y pecho a demanda.
Y en casa empezó otra gran aventura. Cada 3 horas (y cada vez que estaba un poco activo), poníamos al bebé al pecho, todo el tiempo que quisiera, y luego le dábamos el biberón. Combinamos con un relactador casero para que fuera relacionando la sensación de saciedad y la salida de leche con el pecho (todavía era muy pequeño y con poca fuerza para hacer extracciones y transferencias de leche eficaces). Una vez acababa la toma, yo me ponía el sacaleches y hacía una extracción, siempre después de cada toma, 8 veces al día. Las primeras semanas
fue un suplicio, porque estaba muy adormilado, las tomas eran eternas, se atragantaba con mucha facilidad… Hasta que fue cogiendo peso, y fuerza.

(Siempre en equipo los 3, al pecho con relactador)
En estas primeras semanas en casa también pasé por varias obstrucciones importantes, y siguiendo los consejos de Rosa, de la consulta de lactancia de mi hospital, hicimos tratamiento y prevención con el láser. Además deprobar otros remedios recomendados por Reme, compañera matrona muy sabia, como la luces led de colores en ciertos puntos de acupuntura.

(El láser para las obstrucciones e inflamación de la glándula)
A las 6 semanas de estar en casa, una vez conseguidos los 3kg, y siempre siguiendo los consejos de Laia, empezamos la retirada de los biberones. Seguía tomando 50 ml cada 3h, y a partir de ese momento, empezamos a bajar. 30 ml cada 3 días.
Empezamos quitando 10 ml a 3 biberones hasta que pasamos a tener todos los biberones de 30 ml, y así empezamos a quitar tomas, tanto de biberones como de sacaleches. Como teníamos báscula en casa, pesábamos cada 2-3 días, y si la ganancia media de peso había sido de 25 gramos al día o más, bajábamos otros 30 ml (sí, también nos obsesionamos un poco con el peso, y no deberíamos haberlo pesado tantas veces).

(Después de una noche de biberones y extracciones.)

(De un pecho había mamado antes…).
Nos llevó un mes hacer la transición, no teníamos prisa, siguiendo esta pauta para que el bebé no notara el cambio y que mi pecho se fuera adaptando paulatinamente. Y así poco a poco, ir ganando libertad y confianza.

(Una de las primeras tomas fuera de casa, respirando aire fresco)

(Reportaje fotos “ recién nacido”, el mejor equipo del mundo)
Y fue así, como el día de Nochebuena le dimos el último biberón, y guardamos el sacaleches.

(Navidad y lactancia)
Actualmente, con 6 meses y medio de vida, y 3 y medio de edad corregida, disfrutamos de una lactancia materna exclusiva (ahora incluso nos está resultado imposible que vuelva a coger un biberón!!). Miro atrás y pienso en la Raquel de las primeras extracciones y las primeras semanas… con tanto miedo, tanta incertidumbre… y me parece casi increíble. En ese momento me parecía imposible verme como estamos actualmente. Ojalá le hubiera podido decir que siguiera adelante, que merecería la pena, que confiara y estuviera más tranquila.
Aunque ha sido un camino intenso y emocionante, siento que he tenido mucha suerte. Mi bebé se ha adaptado a todo y me lo ha puesto muy fácil, mi pareja me ha apoyado y no ha fallado en ningún momento, mi familia ha estado ahí animándome cada día a seguir, y tampoco me ha faltado el apoyo profesional, desde las enfermeras de neonatos, de Laia en cada cita semanal, de Lucía nuestra querida pediatra del hospital, de Rosa en la consulta de lactancia del hospital, y también mis queridas ami/compañeras que siempre han escuchado nuestros avances y mis dramas sin juzgar. GRACIAS a todos y a todas, he podido darle a mi bebé “un regalo para toda la vida”, y seguiremos hasta que él quiera.