Durante las primeras horas, por no decir días o semanas, tanto el cuerpo del bebé como el de la madre se benefician del contacto íntimo y continuado del uno con el otro. 

“Deja al bebé en la cuna y descansa”, “Deja al bebé que descansará más en la cuna”, “Tendrá menos calor”, “Cuidado que no se acostumbre…”, “No le molestes, ¡está durmiendo!”…

El sin fin de comentarios que puede recibir una madre lactante los primeros días de hospital serían dignos de estudio. Y no solamente los comentarios, sino también todo el montaje en sí. Llegas a la habitación y te encuentras una mini cuna transparente con el nombre de tu bebé a un metro de distancia de tu cama, dejando bien claro que hay que colocarlo ahí, separada de tu cama. Que eso es lo normal.

¿Por qué necesitamos este tiempo de intimidad con nuestro recién nacido? 

Pues parece increíble que tengamos que explicarlo. Porque queremos, ¡y punto! Y, además, porque hay un montón de razones fisiológicas y emocionales que nos llaman a estar juntos. No es solo una necesidad del bebé, o solo una necesidad de la madre. Madre y bebé son en ese momento uno solo, y es preciso que estén juntos.

Los beneficios del piel con piel desde el nacimiento están más que documentados. Se sabe que favorece una mejor regulación de la temperatura corporal y se evita que gaste energía lo que conlleva una pérdida de peso. También facilita la estabilidad de la saturación de oxígeno y del ritmo cardíaco. Les relaja y disminuye su estrés.

Además, el hecho de que madre y bebé estén juntos (a poder ser, piel con piel) es un gran factor favorecedor de la lactancia materna porque:

• La lactancia necesita práctica e intimidad.
• Favorece que el bebé pueda mamar a demanda, idealmente casi cada hora durante los primeros días de vida.
• Es muy importante que el bebé esté piel con piel para evitar que gaste energías innecesariamente y sufra bajadas de azúcar.
• El bebé está más relajado (sin el estrés que le puede provocar la separación) y puede agarrarse al pecho con más tranquilidad.

El bebé lleva 9 meses dentro de la barriga de su madre y solamente la necesita a ella, y el mundo a su lado es menos hostil y menos duro. El olor, sabor y tacto de su madre son, sin duda, lo mejor de su vida. 

Por eso, el bebé no descansa más ni mejor lejos de su madre.

Interrupciones de la intimidad madre – bebé

En el hospital, o en casa, puede haber muchas interrupciones de esta intimidad. Los controles por parte del personal y las visitas de familiares y amigos pueden dificultar estos momentos.

Cada vez son más los hospitales que han cambiado la atención de los bebés y madres durante los días de hospitalización y ya no se llevan a los bebés para valorarlos. Se hace todo en la misma habitación, minimizando la separación entre madre y bebé.

La gestión de la familia y amigos puede ser un poco más compleja. A lo mejor puedes hablar con ellos antes de que nazca tu bebé para explicarles que los primeros días quieres estar tranquila con él o ella y, que si vienen puede ser que no te apetezca que lo tengan en brazos. 

Si ya ha nacido tu bebé y se te hace difícil poner límites, búscate un aliado. Tu pareja, hermana o amiga incondicional pueden explicar tus necesidades de este momento. Para ellos será más fácil poner límites a las visitas.

Es el momento de priorizar tus necesidades. Estar acompañada por quien a ti te dé más confianza o más tranquilidad te transmita es importante. Poco a poco, cuando sientas que es el momento, ya podrán ir viniendo, avisando siempre antes y haciendo visitas cortas, a lo mejor sin que acunen al pequeño o pequeña, a no ser que tú prefieras hacerlo de otra forma.

El bebé está preparado para que lo tengas muy cerca

Por eso, si por fin lo tienes contigo en tu habitación. Si hace tanto tiempo que quieres conocerlo. Si deseas tenerlo en brazos. No lo dudes. Tu bebé aún lo desea más que tú. ¡Disfrutad del amor!