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Así conseguí mi LME tras un frenillo, pezoneras y extracción poderosa

Así conseguí mi LME tras un frenillo, pezoneras y extracción poderosa

Después de una frenectomía que hizo que su hija rechazara el pecho y pasar por el uso de pezoneras, por una lactancia mixta y por la extracción poderosa, Sara consiguió amamantar a su hija con lactancia materna exclusiva. Este es el relato que ha escrito para explicar su historia. Si quieres enviarnos el tuyo, puedes hacerlo a [email protected]

Sabía que Paula iba a llegar a nuestras vidas para cambiarlas por completo. No obstante, nunca me imaginé que sería tanto. También sabía que los cambios físicos, hormonales, psicológicos, etcétera son tantos que me sentiría desorientada. Pero nunca me imaginé que sería tanto. Podría continuar contando cada una de esas cosas que  “nunca me imaginé que sería tanto”, ocupando mucho espacio. Sin embargo, en estas líneas quiero centrarme en contar lo que cambió mis días la lactancia de Paula.

Había leído y visto muchas cosas sobre embarazo, parto y sobre lactancia. El embarazo fue muy bien, el parto fue bien y la lactancia ¡ops! la lactancia es la leche y ¡se complicó! Paula nació el 24 de septiembre de 2020. Ya en el hospital costó que hiciese un agarre medianamente adecuado al pecho. Los cuatro días posteriores a su nacimiento, la cosa empeoró: grietas, dolor, posturas imposibles… Lo vi claro: necesitaba ayuda. Y llegó lo que parecía que era la solución. Paula tenía un frenillo tipo 4 y había que cortarlo (lo que se conoce como una frenectomía).

Así lo hicimos a los seis días de vida de la peque. Y, con las (pocas) experiencias que conocía, en mi cabeza me imaginé saliendo del lugar con la niña mamando sin que me produjera dolor. Pero no fue así. Salimos de aquella sala tras escuchar llorar a Paula, tras verla nerviosa intentando agarrar el pecho durante una hora, y llorando los tres. Paula trató de coger el pecho, pero le dolía la frenectomía, aunque muchas personas me dijeron que no). No quería pasar por ese dolor y, por consiguiente, rechazó el pecho. No quiso más pecho. Así fue como empezamos a utilizar leche de fórmula. En este momento también podría haberme decantado por extraerme leche e ir dándosela, pero no me vi capaz. El cansancio y la tristeza me superó. Solo quería tener a mi niña en brazos y darle de comer viéndola disfrutar. Aunque eso suponía que mientras ella comía, yo lloraba. Lloraba con cada biberón, por no haber sido capaz de aguantar el dolor de las grietas, por haberle hecho a Paula pasar dolor “para nada”, por no saber hacer algo “tan natural” como dar de mamar…

Así empezamos un largo camino… Quise intentar lactancia materna en la medida de lo posible, al menos que no fuese solo lactancia artificial. Así que seguí tratando de ponerla al pecho todos los días, casi en cada toma. El rechazo también era en cada toma y muchas veces yo lo vivía como un rechazo hacia mí.

Hasta que dos semanas después se enganchó con pezoneras. ¡Qué alegría! Veía un poco de luz. Seguí ofreciendo pecho antes y después de cada biberón, con y sin pezonera. Algunas veces se cogía y otras rechazaba. Pasaron otras dos semanas y para mi sorpresa ¡se agarró sin pezonera! Y seguí ofreciendo pecho. Parece todo resuelto, ¿no? Pues no…

Yo tenía una producción de leche muy baja. Apenas me había extraído durante esas semanas y, además, tenía pocas esperanzas de poder aumentar la producción. En esto influyó mucho el asesoramiento ¿? de una especialista que dio casi por sentado que nunca llegaría a lactancia materna exclusiva (LME) y que la mixta sería sobre todo biberón con fórmula.

Ya no sabía que hacer. Había leído, buscado opciones y estaba muy cansada. Varias profesionales, muchos días, demasiado cansancio y mucha culpa. En estas circunstancias “caí” en un grupo de postparto con maravillosas mujeres. Comenté mi intención de hacer extracción poderosa y me animaron. Algunas de ellas lo habían hecho. Estas maravillosas mujeres junto con mi maravillosa pareja hicieron que fuese a por el último cartucho: 48 horas de extracciones cada hora con un sacaleches profesional que alquilé. 48 horas casi sin dormir, con la peque al pecho o al biberón cuando pedía, con el ánimo desgastado…

Ya habían pasado casi ocho semanas desde el nacimiento de Paula y, si bien me dije que iba a intentarlo dos o tres semanas y sino funcionaba le daría pues mixta o artificial, aquí seguía. Y entonces, Paula nos dio una gran sorpresa y una gran lección. Tras la extracción poderosa comenzó a tomar menos cantidad de leche artificial y, poco a poco, días después, rechazó el biberón en todas las tomas que se lo ofrecí. 

¡Buf! Después de tanta angustia y lucha qué tranquilidad, ¿no? Pues no. Ahí empezaron muchas semanas de “¿estará comiendo lo suficiente?”, “¡es imposible que yo tenga tanta leche si no goteo cuando llora o cuando la veo!”, “no puedo tener tanta leche si tengo los pechos ‘normales’”, “está pasando hambre por mi cabezonería con conseguir LME”, “¡seguro que no está subiendo de peso adecuadamente!”. Durante tres o cuatro semanas le ofrecía biberón cuatro, cinco o incluso seis veces al día. Siempre dijo que no.

Y así llevamos 9 semanas. Paula ya ha cumplido cuatro meses y sumamos más tiempo de LME que de mixta y/o artificial. Eso sí, aún con muchas dudas, miedos e incertidumbres. Pendientes de la báscula y de la siguiente cita del pediatra. Además, todavía nos queda camino por andar, la succión de Paula es deficiente y poco a poco, con ejercicios y el propio crecimiento, parece que va mejorando.

Desconozco cuanto tiempo durará la LME. Pueden ser días, semanas, algunos o muchos meses. Lo que sí sé es que este proceso me ha enseñado muchas cosas de Paula, de mi pareja y de mí misma. Y que he hecho todo lo que he podido con las herramientas y conocimientos que tenía a mi disposición.

Querer dar LME y que se complique es algo más habitual de lo que parece. Y se sufre. En muchos momentos sentí culpa (sigo sintiéndola), lloré y me vi sobrepasada. Escuché muchos consejos que decían “dale leche de bote que se cría igual”, ¡pero es que no es lo que yo quería! También tuve que responder muchas veces a “¿por qué le das fórmula si la teta es mucho mejor?” sin saber por dónde empezar la explicación y hacerlo sin llorar…

A día de hoy estoy más tranquila. De todo este tiempo me quedo con la sonrisa de mi bebé mientras le daba un biberón o mientras le doy la teta. Todas estas semanas han reafirmado la idea de que “mamá tiene que estar bien para que la peque esté bien”. Aunque sé que es mucho más fácil decirlo que sentirlo y practicarlo.

En todo este tiempo he tenido un entorno que me ha apoyado. Una pareja que me ha abrazado en cada decisión, que ha hecho todo lo que ha estado en su mano. También han sido muchas las profesionales con las que he contado, y desde aquí gracias a cada una de ellas. Gracias también a la tribu postparto. Sé que sin todas estas personas nada hubiera sido posible. ¡Qué necesario es contar con ayuda!

Desde aquí abrazo a cada mami, a las que han tenido muchos baches, a las que han tenido algunos baches y a las que no han tenido ninguno. Todas hemos vivido cambios indescriptibles. Todas estamos re-conociéndonos. Sois/somos las mejores mamis que nuestros bebés pueden tener.

Y a ti, Paula, quiero decirte que eres una niña valiente, guerrera y tenaz. Me lo has demostrado en solo cuatro meses. ¡Qué no me demostrarás en todos los años que quedan por venir! Tus papis son muy afortunados contigo. Te queremos.

3 comentarios en «Así conseguí mi LME tras un frenillo, pezoneras y extracción poderosa»

  1. Gracias por todos vuestros desvelos.
    Qué suerte tiene mi nieta de tener esos padres tan valientes y yo, de tener esos hijos y esa nieta a la que estoy deseando ver y achuchar .
    Todos los esfuerzos tienen su recompensa

    Asun

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