Cómo reemprendí la lactancia tras un período en diferida
Este es el relato de Luisa, en el que comparte cómo reemprendió su lactancia materna tras realizar lactancia en diferido. Si tú también quieres compartir con nosotras tu relato, puedes enviarlo a [email protected]
Tener la posibilidad de reemprender la lactancia materna tras un periodo en el que únicamente se ha podido producir de forma diferida es una opción real. Deberían conocerla las familias que, por cualquier razón, se hayan encontrado en esta situación. Este es el motivo por el que me he animado a explicar mi experiencia.
No sé si compartís mi ingenuidad, pero yo creí que la lactancia se establecía con éxito de forma natural si seguías las recomendaciones de las comadronas y de los grupos de preparación a la maternidad. Sin embargo, pronto tomé conciencia de que no es tan sencillo y de que suele ser habitual que te encuentres con algunas complicaciones. A menudo, estas dificultades abruman —sobre todo si no existe prácticamente apoyo en medio de una pandemia— generando un continuo estado de frustración y de miedo cuando la lactancia empieza a ir mal y aparecen signos evidentes de que sucede “algo” más allá de lo que puede entrar en el rango de los problemas convencionales.
En mi caso, mi bebé no recuperaba el peso del nacimiento. Observaron que tenía un problema de inmadurez en la coordinación de respirar-deglutir-succionar, que empeoró después de que le realizaran una frenectomía a los quince días de edad. A partir de ese momento, rechazó el pecho, en lo que creímos que era una reacción por el dolor de la herida. La alternativa planteada por el pediatra era alimentarlo con biberón, pero también lo rechazaba. Nos dijeron que simplemente debía acostumbrarse, pero no era así. Al succionar el biberón, se atragantaba, lloraba desesperadamente y caía dormido por agotamiento. Gracias al apoyo de Eva, mi comadrona del ambulatorio del CAP Manso de Barcelona, conseguimos que se alimentara con dedo-jeringa, aunque con muchas dificultades, porque continuaban los ahogos, a pesar de que en menor grado que con el biberón.
Ella también me animó a intentar mantener mi producción de leche mediante un extractor y me enseñó cómo podía incrementarla con la extracción poderosa. Como os podéis imaginar, casi todo mi entorno insistía en que dejara de extraerme leche, puesto que daban por hecho que no podría recuperar la lactancia tras este bache. Pero como siempre, una escucha lo que quiere oír. Y yo me centré en lo que me transmitía mi comadrona. Ella opinaba que, si quería, podía intentar recuperar la lactancia más adelante, cuando el cuadro de mi hijo mejorase.
Por desgracia, él empeoró. A pesar de que conseguimos que recuperara el peso del nacimiento, subía muy lentamente y los episodios de atragantamiento y de ahogo se producían cada vez que lo alimentabamos con dedo-jeringa. Todavía recuerdo la angustia y el sufrimiento que nos producía cada una de las tomas y la impotencia de no poder ayudarlo. No sabíamos qué pasaba, pero algo iba francamente mal.
Con un mes de vida, mi bebé ingresó en el Hospital de Sant Joan de Déu. Entonces, averiguamos qué sucedía. Su propia lengua le hacía colapsar y sumado a su disfunción succión-deglución-respiración, producían apneas obstructivas y microaspiraciones al pulmón al intentar comer. Necesitaba ayuda hasta que su propio crecimiento estructurara el conjunto maxilofacial y desaparecieran estos problemas. En el caso de la alimentación, el equipo de deglución decidió colocar una sonda nasogástrica para poder garantizar su ingesta de leche de manera segura.
Con la sonda se solucionaba el problema de la alimentación, pero también su introducción privaba al bebé de una serie de estímulos importantísimos para su desarrollo. Aquí, el trabajo y el soporte de las logopedas del equipo de deglución, Marcia y Raquel, fueron la clave para reconducir esta situación. Ellas también se comprometieron a intentar recuperar la lactancia materna, en el caso de que se pudiera retirar la sonda. Yo había insistido bastante inicialmente por volver al pecho en cuanto el bebé estuviera mejor, pero después de un par de días en el hospital, lo único que deseaba es que mi hijo comiera y respirara con normalidad. Me daba igual cómo. Sin embargo, las logopedas ya habían establecido un plan para mantener los reflejos del bebé lo más activos posibles mientras necesitase el dispositivo de alimentación. Introdujimos un chupete fisiológico que debíamos usar sobre todo cuando pasáramos las tomas de leche por sonda, de manera que nuestro bebé relacionase la saciedad con la succión; realizamos ejercicios para activar y conservar los reflejos de búsqueda y de succión; estimulamos los sentidos del olfato y del gusto con mi leche, y nos asesoraron tanto en el hospital como luego por videoconferencia en casa para realizar una serie de ejercicios para estimularlo en general, desde un punto de vista neurológico y psicomotor.
Al mes y medio de llevar la sonda, comprobaron que nuestro bebé ya no broncoaspiraba, por lo que podíamos iniciar la alimentación por boca. No esperábamos que fuera tan pronto, ya que este tipo de cuadros acostumbran a ser más prolongados. Estábamos muy contentos y, a la vez, angustiados porque no sabíamos cómo reaccionaría nuestro hijo al volver a comer por la boca. Teníamos miedo de revivir los episodios de ahogo. Volvimos a casa y preparamos el biberón con leche materna para dárselo bajo la atenta mirada de Raquel en la sesión de tarde de videollamada que teníamos prevista. Tras celebrar el resultado de la prueba, Raquel me dijo: oye, ¿y si te lo colocas al pecho, a ver qué hace? Y ante la sorpresa de todos, nuestro bebé se agarró al pecho. Todavía no me creo que tras dos meses sin pecho y con únicamente 15 días de lactancia, él recordase que el pecho significaba comida. Pero, claro, habíamos trabajado en equipo —profesionales especialistas en deglución y nosotros, como familia— para intentar conseguirlo.