Siempre hemos dicho que la dieta de la madre afecta muy poco la composición final de la leche, y así es. Pero cuando el bebé tiene alergia a un alimento que la madre consume puede tener una reacción cada vez que mama. Hoy tenemos en el blog la vivencia, por partida doble, de una madre que intuyó que algo pasaba a sus hijas cuando mamaban. Gracias por compartir con nosotras.

“Tenía mi hijo poco más de un año, aún tomaba pecho, cuando me entero de que estoy embarazada. Seguimos con la lactancia hasta que a los tres meses de embarazo nos cuentan que estamos esperando gemelos. Comencé a sugestionarme con la etiqueta “embarazo de alto riesgo” y, aunque es cierto que mi hijo hacía pocas tomas porque no era muy demandante, comencé a retirarlas poco a poco, y a las 20 semanas de embarazo acabó nuestra lactancia. Para aquellas fechas, ya llevaba más de la mitad de curso de formación de asesora de lactancia, que sin duda me ayudó muchísimo a prepararme para el siguiente reto.

Cuando nacieron las niñas, con 36 semanas, cesárea programada y 2 kilos 250 gr, mi único objetivo era evitar “ayuditas”. Desde la sala de recuperación empezaron a mamar, necesitaban un poco de ayuda para agarrarse bien, eran algo pequeñas y su boca era diminuta pero lo logramos, poco a poco, sin horarios y sin prisas. Sí es cierto que parecía la loca de la teta, de hecho una enfermera cada vez que entraba me decía que siempre me encontraba con alguna -o las dos- pegadas. El primer día les hicieron control de azúcar cada 2 horas, unas 3 veces a cada una y salieron bien. Aun así, me ofrecían la posibilidad de un biberón: “no, gracias”.

Yo veía que algo no iba bien con ellas, conseguía hacer tomas simultáneas, tenían un agarre casi perfecto y una succión bastante efectiva, se dormían y tenía que espabilarlas un poco, pero cada vez que comían, vomitaban a una fuerza que les salía hasta por la nariz. Llamaba a las enfermeras y me decían que era porque estaban limpiando los restos de fluidos, pero no lo veía normal. Estaban echando todo el calostro que conseguía darles, iban a perder mucho peso y me iban a obligar a darles biberón, estaba aterrada, la verdad. Gracias a mi tribu, pude sentirme comprendida y me guiaron un poco con los pasos a seguir. Decidí dejar los lácteos, sin presión por probar…y hubo una mejoría leve a los pocos días e iba comprobando cómo después de comer determinados alimentos, los vómitos eran aún mayores, hasta el punto de no poder tumbarlas en ningún momento del día porque vomitaban aun habiendo pasado más de hora y media de haber comido. Eso no era reflujo, aunque para la pediatra sí.

Tenía la experiencia de mi hijo, que me dio una lactancia bastante fácil a pesar de alguna grieta pequeña, y sabía que las heces que hacían no eran normales, ni el color, ni la consistencia, ni el olor. Le enseñé una foto a mi profesora de lactancia y me preguntó si hacíamos lactancia exclusiva, ya que en la foto se veía diferente… así que me aventuré a dejar todos los lácteos y derivados durante un mes y probar. Para esa fecha, llevábamos un mes de lactancia exclusiva y me había vuelto un poco obsesiva con el tema vómitos y diarreas.

Un día, después de comer sushi el día anterior, una de las niñas se llenó de granitos, aparte de los vómitos habituales. Fui a urgencias: sudamina. Nada de lo que yo había comido le había dado reacción.

De vuelta a casa.

Tomé la decisión de dejar pescado y soja.

A la semana, las niñas casi no vomitaban. Había alguna toma que echaban, pero era bastante diferente. Los vómitos de alergia eran como agua con leche cortada, no era regurgitación de la leche recién tomada. A los 10 días me encontré la primera caca NORMAL. ¡Por fin! Esas cacas que recordaba de mi hijo, con ese olor y ese color, lo había conseguido.

Desde los dos meses mis hijas no vomitan casi nunca, exceptuando recaídas por trazas. Es difícil una dieta sin lácteos, pescado ni soja para una amante del queso y el sushi, pero no me quiero ni imaginar cómo habría sido la vida de mis hijas las primeras horas si hubiese aceptado alguno de esos biberones, o las primeras semanas sin una lactancia exclusiva, que a pesar de los vómitos y diarreas transcurrió sin cólicos. Ahora, con 5 meses y medio de lactancia exclusiva, puedo decir que disfruto plenamente de mis hijas, de darles pecho a las dos a la vez, y no he sufrido ninguna grieta ni problemas de lactancia, de hecho, darle pecho a ellas ha sido más fácil que a mi primer hijo. Mucho ánimo a las mamás de múltiples, la información es poder. Confiad en vosotras. Y mucha fuerza a las mamás de niños con alergias…”