Mi experiencia con las pezoneras
Alejandro nació por parto inducido tras 31 horas de bonita espera por rotura de bolsa. El parto he de decir que fue precioso y respetado atendido por dos matrones ejemplares (Sergio Sánchez y Juan, jamás los olvidaré), pero esa no es la historia que os voy contar.
Al nacer pesó 3,430 gramos de amor. Pasamos dos días en el hospital y de vez en cuando venía alguna matrona a revisar el agarre, a ver si estaba bien, si el bebé comía… Yo había leído que al principio el bebé dormía mucho para recuperar fuerzas del parto y después ya no tanto y así fue. La segunda noche Alejandro lloraba bastante más que la primera que casi no lloró y ya la tercera (primera en casa), no olvidaré la mirada mía y de mi marido: a las tantas de la madrugada sentados con él llorando en brazos, pensando “qué hemos hecho”. El pobre mío estuvo toda la noche llorando sin parar y el problema era que tenía mucha hambre, muero de pena aún al recordarlo. Ahora veo videos que grabé y no paraba de mover la boca y la lengua, él me dio todas las señales pero yo no supe verlas aún habiéndome informado y leído sobre el tema.
En fin, no supe en ese momento interpretar las señales de él pero sí las mías. Seguro que sabéis esa sensación de “algo no va bien” que se te engancha en la barriga y sube al pecho y no para de darte vueltas en la cabeza ¿verdad? Gracias a ese instinto salvaje, resquicio de las mamíferas que somos, sabía que algo no iba bien.
Desde el hospital ya me lo parecía, Alejandro daba dos chupetones fuertes al pezón y ya está; después ponía como cara de “asco”, que no era tal, sino de esfuerzo. Las matronas que pasaban me indicaban que no tendría ganas, que todo estaba bien… Tan sólo una se fijó en mi pezón y vio que no lo tenía lo sacado que se supone que debería y me dio un ingenioso artilugio: una jeringuilla para hacer el vacío y sacar el pezón. Como recurso me sirvió un poquito, Alejandro cogía mejor el pezón pero nada, hacía tres chupetones y ya no podía más.
Como sospechaba que la cosa no iba bien, sobre todo por su llanto, ya que yo no sabía qué se sentía al tener a un bebé mamando bien en el pecho, me saqué leche y se la di con una cucharita primero y después con una jeringuilla al lado de mi pezón para que aprendiese a succionar (truquitos que se me iban ocurriendo, guardados en algún rincón de mi mente gracias algunas lecturas como “Somos la leche” de Alba Padró). De esta manera, me dije, al menos sé que si llora no es hambre porque le estoy dando con la jeringuilla. Tras consultas por whatsapp a familiares y amigas (estábamos en fase 1 de confinamiento y con todo el miedo de una primeriza) llamé para pedir cita a la matrona, Sandra Pérez Marín, una maravillosa persona enamorada de su trabajo que, (spoiler), salvó mi lactancia.
Al quinto día de nacer mi bebé pesaba 2.840, había perdido muchísimo peso, mi matrona revisó el agarre y mi pezón y mandó corriendo a comprar pezoneras a mi marido. Me enseñó a ponerme las pezoneras y estuvo con nosotros casi dos horas mientras Alejandro hizo su primera toma correctamente. Me dijo que más adelante podría quitarlas, pero yo, en aquel momento, tras sentir lo que era que mi hijo comiese bien (casi orgásmico), ni lo pensé. Así establecimos muy bien la lactancia (incluso volvieron los entuertos que habían casi desaparecido, debido al estímulo correcto por la lactancia)
A los pocos días empecé a plantearme el hecho de quitar las pezoneras pero con todo el esfuerzo que conllevaba todo: el posparto, los primeros días…. No quería pensar en nada más en la vida, ni en quitar nada, podía sobrevivir así y de momento estaba cómoda.
Al mes y medio dos meses empecé a sentir que era una lata estar con las pezoneras, en un pezón me hizo una grieta; me dolía mucho y me repetía como un mantra “dar teta no debe doler, dar teta no debe doler…”. El niño cogía mucho aire y tenía la barriga como un globo con el ombligo salido hacia afuera incluso, no solo por las pezoneras, probablemente por el agarre deficiente aún con ellas, ya que si el agarre es bueno, no hay razón para que entre aire, ni con ni sin pezoneras. (Ésto lo sé gracias al maravilloso instagram de Alba).
En este momento llevamos a Alejandro a una revisión inicial a una fisio pediátrica (recomendada también por la matrona). Yo le veía algo de rigidez en el cuello y como os he comentado, la barriga hinchada, pero fuimos simplemente por una valoración inicial, la cual considero súper importante. Ojalá estuviese dentro de nuestra sanidad pública. Efectivamente tenía mucha tensión cervical y craneal y obviamente gases, de ahí su barriguita hinchada. Davinia Cobos, lo trató y ésto fue también decisivo para comenzar a dejar las pezoneras, con esa “descongestión” del cuello pudimos trabajar un mejor agarre y comenzar a despedirnos de ellas.
Al principio empecé a quitarlas en mitad de alguna toma, lo dejaba empezar con la pezonera en un momento se la quitaba y lo dejaba mamar sin pezonera y luego volvía a ponerla para finalizar, según fuese viendo su reacción.
Al principio con mucho miedo a que perdiese peso por quitarlas pero nunca perdió, al revés, ganaba unos 200 g a la semana. Así lo fui haciendo, hasta que en un par de días empecé a quitársela en algunas tomas completas. En las tomas en las que quería estar más cómoda, se la dejaba puesta, como por ejemplo si estaba yo comiendo, al tener mucho pecho y el pezón que sobresalía poco, tengo que sujetar la teta con la otra mano y era más cómodo dejar la pezonera porque así él mismo sujetaba el pecho mamando. Al hacer tomas sin pezonera fue él mismo quien empezó a preferir el tacto del pezón al de la pezonera y le daba como asco su tacto, así que, decidí quitarlas en todas las tomas menos en la primera que hacíamos en la cama.
Nosotros dormimos juntitos y a él le encanta dormirse con su teta en la boca, con la pezonera podía dejarse el “pezón” dentro de la boca, pero sin ella no, entonces durante unos días más, estuvimos haciendo las tomas sin pezoneras excepto las de por la noche hasta que finalmente a los pocos días las quitamos completamente.
Hoy miro atrás y siento que estoy muy orgullosa de como lo he hecho, actualmente Alejandro tiene 4 meses y ya ni nos acordamos de ellas. Las pezoneras y el grandioso instinto de madre; una fisio estupenda y una matrona maravillosa salvaron mi lactancia, de ellas, sí que nos acordamos.
Ana Mª Pérez Pérez
5 comentarios en «Mi experiencia con las pezoneras»
Me siento como tu. Pero me veo incapaz de quitarme la pezonera.
He intentado en mitad de las tomas pero no lo consigo.
Me preocupa que el peque tenga gases por tenerlas que usar.
Ademas con el tema de la pandemia no se puede visitar a las matronas y no hay group de lactancia.
Pero tengo que dar las gracias a mi matrona Patricia de mi Centro de salud Daroca, Madrid, que me animo con la lactancia.
Hola Rosa, gracias por la confianza. Recuerda que en LactApp disponemos de un chat en directo con expertas que pueden solucionar esta consulta manera personalizada. LactApp es gratuita y la puedes encontrar para Android y iPhone. Un abrazo
Con mi hija mayor estuve con pezoneras y no fui capaz de quitarselas, no agarraba bien el pecho pero lo dejo con 8 meses cuando la empezaron a salir los dientes. Con mi hijo pequeño llevo 13 meses de lactancia con pezoneras, cuando nació ni lo dude al ver que no se agarraba bien al pecho. Si que es verdad que tragan mas aire pero ahora no hay manera de quitarselas. Incluso le dan ahorcadas de asco cuando le meto el pezón desnudo en la boca, es un espectáculo.
Hola Andrea, gracias por escribirnos.Recuerda que en LactApp disponemos de un chat en directo con expertas que pueden solucionar esta consulta de manera personalizada. LactApp es gratuita y la puedes encontrar para Android y iPhone. Un abrazo
Hola. Tu producción de leche era normal aun usando pezoneras?
Saludos.
Gracias ☺️