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Dolor al amamantar: primeros días

Dolor al amamantar: primeros días

Durante el embarazo, pueden surgir miedos respecto a la lactancia; uno de los más habituales es el miedo al dolor. Tenemos interiorizado que el parto y la lactancia duelen cuando no debería ser así. Muchas madres lactantes soportan semanas de dolor y malestar sin pedir ayuda. Han interiorizado el mensaje erróneo que amamantar duele, que hay que hacer callo, que el pezón se debe curtir… Retrasar la búsqueda de ayuda solo consigue aumentar el sufrimiento y, en muchas ocasiones, el abandono precoz de la lactancia. Amamantar no debería causar dolor.

Así pues, el dolor no debe formar parte de la lactancia pero muchas veces existe, así que vamos a ir por partes y valorar las situaciones de dolor que la madre puede vivir los primeros días y semanas, esto nos ayudará a prevenir y afrontar las dificultades con prontitud.

 

Primeras horas / días:

Durante la gestación, se experimenta una gran sensibilidad en el pezón producida por causas hormonales, aumentan los estrógenos y la progesterona. En los primeros días después del parto y hasta que los estrógenos (inicio lactogénesis II) no disminuyen del torrente sanguíneo, los pezones presentan mucha sensibilidad. Esto causa que el agarre del bebé pueda resultar desagradable, produciendo a la madre una sensación similar a un pellizco. Esta molestia debería ceñirse a los primeros instantes del agarre y desaparecer, y esto puede ser así durante las dos primeras semanas. Si pasado el primer momento, se siente dolor o éste no desaparece completamente, es necesario revisar la postura y el agarre del bebé.

Grietas:

A pesar de que pueda parecer que las grietas y la lactancia van de la mano, no es así. Las grietas se producen en la mayoría de los casos por un mal agarre del bebé, una mala posición del bebé a la hora de mamar o anquiloglosia.

Existen muchos tipos de grietas diferentes: desde heridas superficiales a heridas profundas en las que falta tejido. Sea como sea la grieta, una vez la madre indique que siente molestias o dolor, debemos valorar la posición y el agarre del bebé.

Ingurgitación:

A causa de un inicio tórpido de la lactancia o debido a partos muy largos donde la madre ha recibido muchos fluidos endovenosos, el pecho puede ingurgitarse. La ingurgitación no es más que es un edema, una retención de líquidos que causa que los pechos se inflaman e hinchan, causando mucho dolor a la madre y en muchas ocasiones dificultades para que el bebé pueda succionar. El pecho está tan firme y edematizado que el bebé no puede agarrarse o, si lo hace, realiza una fuerza muy superior a la necesaria lo que puede dañar el pezón.

Para revertir el proceso es necesario aplicar frío entre las tomas y realizar los masajes específicos que permiten ablandar la areola facilitando que el bebé se puede agarrar y pueda extraer la leche. De la misma manera el uso de AINEs, compatibles con la lactancia, reduce el dolor, la inflamación y permite una pronta resolución.

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