
Mi querida lactancia
Siempre decimos muy convencidas que vuestras historias son oro, oro para nosotras y para otras madres que puedan leeros, sentirse identificadas con lo que habéis pasado y ver que no estamos solas en esto de maternar.
La historia de Noe y Gemma, y su pequeña Vera nos ha emocionado y nos ha enseñado tanto, que estamos muy agradecidas por poder leerla, acompañarla y compartirla. ¡Muchas gracias familia!
Si quieres enviarnos tu relato de lactancia, puedes escribirnos a [email protected]
Escribo con Vera dormida en mi pecho, succionando como si no hubiera mañana… Si me muevo un poco, se mueve conmigo sin dejar la succión. Y si le quito el pezón, se despierta.
Vera lleva en este lado del mundo 5 meses y tres semanas. Igual que nuestra querida lactancia.
Nuestra lactancia tiene vida propia. Nació el mismo día que Vera y que yo como madre, tras una cesárea…por suerte, de las bonitas y necesarias… Pero cesárea. Vera nació dormidita y la lactancia también…
Aparentemente todo estaba bien. Aún recuerdo una enfermera que nos comentó: “Aprovechad para dormir, que ya se despertará…dejadla en la cuna”
Menos mal que ni Gemma ni yo hicimos caso. No sabíamos de bebés, pero teníamos el sentido común y el amor suficiente para no hacerlo.
Pues eso, la lactancia ocupaba mucho lugar... Muchas horas…Fue protagonista desde el inicio, y mira que antes de esto yo no había pensado mucho en ella.
La leche subió la tercera noche, con una fuerza atroz y unas ganas de alimentar a Vera increíbles. Pese a las ganas de mi cuerpo de alimentar a Vera, ella bajó de peso, más de lo que según los protocolos debería, y allí entró a escena el dedo-jeringa. ¡Oh! Algún día escribiré un poema para ella.
También entró a un primer plano Gemma, mami de Vera, junto a jeringa y a su dedo. Llegamos a casa con suplementos, dedos y jeringas, y haciendo espectáculos de circo a diario, con relactadores, pezoneras y otros utensilios, posiciones aprendidas en diferentes asesorías de lactancia y diez horas diarias de alimentación a Vera entre las dos. Tomas de una hora y media donde Vera se quedaba dormida con la jeringa y se frustraba con la teta. Cansancio, agotamiento, paciencia y amor.
Y nosotras, primerizas, tocando puertas sin parar y sin solución. Por suerte, las hormonas del enamoramiento jugaron a nuestro favor y tuvimos una red preciosa, a la que también debemos parte de nuestra lactancia actual.
Después de leernos el libro “som la llet” y con muchos sentimientos encontrados…decidimos buscar a la autora. Si sabía tanto podría ayudarnos, y si no, tirábamos la toalla y comprabamos un pack ahorro de leche en polvo y jeringas, ya que el bibe tampoco funcionaba.
Entra Alba en escena. Nos da el permiso que nosotras no nos dábamos y nos nombra las palabras mágicas con una tierna sonrisa: “no podéis seguir así”, “lo estáis haciendo genial”.
Ella y su equipo, nos detectan el frenillo posterior que decidimos intervenir. Además de varias osteópatas, encuentros con Alba y rezos a distintas deidades que ni conocíamos.
En este tramo hay el infierno de los “masajes” del frenillo. Ojalá pronto inventen un cicatrizante mucoso para evitar traumas tempranos, a pesar de que las buenas lenguas dicen que eso no ocurre.
Pues eso, la lactancia exclusiva de mi leche pasa a mixta con leche de cabra ecológica para sentirnos mejor, tras la intervención, porque Vera dice hasta aquí. Para de esforzarse y nace su alias: María Antonieta. “Dadme jeringa… Dadme jeringa…” Y mis tetas no podían producir toda la leche que ella necesitaba. Suerte de las cabras. Aunque en un mundo ideal, a lo mejor le podría haber pedido leche a alguna vecina. En aquel momento, no había vecinas lactando.
Uno de los días más importantes de nuestra lactancia es cuando, un día con Alba, en la revisión del frenillo… Nos dice: “hasta aquí, no puedes seguir así” “porque no lo dejáis y os relajáis? Habéis hecho todo lo posible”.
Me rompo a llorar y soy consciente de la impotencia y la soledad que sentíamos. No sabíamos cómo se hacía, no sabíamos que más hacer. Yo me sentía una vaca fracasada poniéndome el Elvie pump extractor 10 veces al día, para regalarle inmunoglobulinas a Vera. Y ni siquiera me quedaba tiempo para alimentarla. Suerte de Gemma.
Las profesionales del CAP no ayudaban. Me repetían insaciablemente la importancia de la inmunoglobulinas y de la lactancia exclusiva, y eso solo hacía aumentar mi culpa y mi desesperación.
Gracias Alba por darnos el permiso. Gracias por vernos.
Hasta ese día, todas las profesionales que vimos, veían el sistema inmune de Vera, y no veían el mío, ni tan solo me veían, ni tan solo nos veían.
Alba nos vió, y eso nos permitió vernos.
Volvimos a casa aquel día, y dejé en un rincón el sacaleches.
Mágicamente, cuatro días más tarde… Vera empezó a interesarse por mis tetas.
Yo, ya rendida, probé sin autoexigencia y por experimento pensando…igual es la última vez.
Día tras día, toma tras toma… A los tres meses de Vera, fuimos eliminando la jeringa y la lactancia exclusiva fue ganando escenario. El chupidedo le sigue encantando. ¡Un recurso que nos ha hecho ganar la querida jeringa!
Ahora, tras dos meses de lactancia exclusiva con placer y algún suplemento puntual cuando yo lo necesito, por mi salud y libertad… Me conmueve poder escribir este testimonio y soy consciente de la importancia de estar bien acompañadas.
El éxito de esta historia no es la lactancia exclusiva…es la capacidad de pedir ayuda, es el equipo con Gemma, son las ganas de Vera y es el arte de Alba.
Una Alba omnipresente que aparecía entre pasillos de LactApp, chats anónimos de la aplicación y correos que nos cuidaban. La palabra asesora, se queda infinitamente corta.
Ojalá, todas las personas que maternan del mundo, y que tienen tetas que quieren ser usadas, encuentren una Alba en su camino, como nos pasó a nosotras.
Con amor,
Noe, Gemma y Vera.