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El 8M, también en la atención a la lactancia

El 8M, también en la atención a la lactancia

Sabemos que el campo de conocimiento científico en torno a los procesos de salud femenina es escaso y en muchas ocasiones la orientación de los estudios científicos no fomenta la autonomía, la toma de decisiones de las mujeres o la mejora de la atención cuando los procesos no son fisiológicos.

Este último punto cobra especial importancia en el campo de la lactancia materna. En relación a la lactancia disponemos de una extensa bibliografía sobre los beneficios de esta para la salud de las madres y bebés que se repiten hasta la saciedad, una y otra vez. Pero escasean de forma flagrante las investigaciones sobre la atención en el dolor durante la lactancia, las situaciones en las que existe una baja producción de leche, de cómo acompañar el destete o sobre cómo atender a la lactancia cuando esta no es satisfactoria, entre otras. Es decir, la ciencia fomenta algo que luego no le interesa acompañar ni atender. 

Y es mezquino. Mezquino porque, en la lactancia nos encontramos delante de una mujer a la que se le ha dicho por activa y por pasiva lo importante que es que lacte a su bebé por los múltiples beneficios para la salud de ambos. Y también, que la leche artificial es el enemigo. Pero luego, la dejamos sola sin herramientas para poder conseguir todo aquello que le hemos dicho que debería hacer. 

Esto puede llegar en un momento vital tan vulnerable, que se pueden acumular sentimientos de frustración y culpabilidad por no poder llevar a cabo una lactancia “exitosa”, llegando a expresar por parte de algunas mujeres que la lactancia es “lo peor” de haber tenido un bebé. 

Responsabilizamos a las madres de la falta de preparación y conocimiento sobre lactancia durante el embarazo y, resulta que después, no tenemos un cuerpo de conocimientos robusto para poder atender sus necesidades ¡Y no solo esto! En muchas ocasiones, las madres que siguen persiguiendo su lactancia, sea la que sea; la suya, tienen que oír comentarios del estilo de que se han obsesionado con la lactancia, que total no es tan importante… cuando el mensaje de los beneficios no se deja de perpetuar. Y, si finalmente pueden conseguir la lactancia que desean, los juicios no terminan aquí. Entonces, ¿el problema está en que lactan demasiado? o, ¿demasiado frecuentemente? o, ¿de noche o como sea?, pero no suficientemente bien, nunca. 

Y otro tema que podemos plantear es, ¿por qué ahora hay tantas dificultades en la lactancia si se ha hecho toda la vida? Hemos eliminado todo ese cuerpo de conocimiento no científico que tenían las mujeres y hemos priorizado el conocimiento que nos ha relegado la ciencia, una ciencia que no ha priorizado nunca a las mujeres ni a las madres. El conocimiento en lactancia pasaba de generación a generación de mujeres hasta que se invalidó bajo el paraguas de la ciencia. Este momento coincidió con la reorganización de las familias, haciéndose cada vez más nuclear y limitando las relaciones con la familia extensa. Justo en el momento en que, teóricamente, las mujeres hemos podido tener más poder de decisión sobre nosotras y nuestro cuerpo, resulta que hemos tenido menos conocimiento del mismo para poder tomarlas. 

Que la ciencia haya dado la espalda a las mujeres tiene otra vertiente. El vocabulario que se usa en la atención a la lactancia no es científico. Proviene del conocimiento de las madres, las que han buscado información, formación y respuestas a las dificultades que se les presentaban. En lactancia hablamos de grietas, perlas de leche, baches o crisis de lactancia, chasquidos, bultos… términos que no se usan en el mundo científico. Y esto hace parecer que es un conocimiento de segunda. Otra vez, desde el pedestal de profesionales de la salud que usamos la evidencia científica ponemos la lactancia en una situación de ciencia menor. Dice mucho de nosotras como científicas. Y lo digo desde el convencimiento de que es el método científico el que puede acercarnos más al conocimiento y, por lo tanto, nos ayudará a atender mejor a las mujeres. 

Hoy es 8 de marzo, Día internacional de la mujer y también tenemos reivindicaciones desde la atención a la lactancia. Necesitamos científicas que investiguen la lactancia desde el punto de vista de la mujer. Necesitamos que la lactancia se explique desde la vivencia, no desde los beneficios. Necesitamos que las mujeres se sientan apoyadas en su toma de decisiones, sean las que sean. Y, mientras esto llega, necesitamos que las mujeres tengan espacios seguros donde, en momentos de complejidad y vulnerabilidad como puede ser el posparto, sepan que las profesionales que las atiendan no las van a juzgar, están formadas no solamente con conocimientos teórico-prácticos sino también desde una óptica feminista, conociendo el contexto en el que se enmarca actualmente la maternidad.

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