Las cicatrices, tanto de cesárea, episiotomía o desgarro, pueden generar dolor, molestias, sensación de tirantez, pérdidas de orina o heces, falta del control abdominal… Todos estos problemas tienen una causa común, las adherencias. Las adherencias son un tejido que hace que las diferentes capas que han sido intervenidas, a nivel genital o abdominal, no puedan moverse de forma libre al hacer algún movimiento.

Para ello, es importante liberar estas capas entre sí y evitar que se peguen, empeorando su movimiento. Para ello, desde los primeros días tras el parto ya se pueden empezar a trabajar estas zonas afectadas.

• En los primeros días es importante mantener limpia y seca la herida (siempre secando a toquecitos), e intentar tenerla al aire el máximo tiempo posible. Además de usar prendas de ropa anchas para no generar presión en la zona, ya que esto podría aumentar la inflamación.
• En las primeras semanas se puede empezar a hidratar la cicatriz con productos específicos para ello, utilizar diferentes texturas para “acariciar” la cicatriz y mejorar la sensibilidad de la zona, mantener una correcta postura evitando curvar la espalda, hacer ejercicios de respiración y elevación de brazos. Además, a los 15 días se pueden empezar a utilizar bandas adhesivas de silicona para ayudar a regenerar el tejido, en caso de cicatriz de cesárea.
• A las 6 semanas se puede empezar a trabajar con un poquito más de presión en la cicatriz, para ayudar a movilizar el tejido, también a partir de estiramientos del abdomen. Sobre todo, sin dejar de hidratar la cicatriz.

El descanso, algo difícil de conseguir en el posparto, puede ayudar a regenerar y recuperar los tejidos.

Aun así, es importante acudir a un fisioterapeuta de suelo pélvico, siempre que sea posible, para acabar de trabajar esa cicatriz de forma específica y valorar si existe algún problema más en el suelo pélvico después del parto.