
Cómo bajar de peso dando el pecho: ¿o no?
Durante el embarazo, en nuestro afán por informarnos sobre cómo cuidarnos, solemos leer mucha información. Hay consejos muy útiles, pero otros que no lo son tanto (o nada), como el famoso titular de “cómo preparar los pechos para la lactancia”. Tus pechos están preparados para la lactancia, igual que tu cuerpo está preparado para parir. Pero luego llega el puerperio, te ves la barriga colgandera, los tobillos hinchados, los pechos enormes… y te preguntas dónde ha quedado tu antiguo cuerpo y si podrás recuperarlo alguna vez.
Puerperio y lactancia: ¿aliados o enemigos para recuperar la figura?
El puerperio es una etapa física y anímicamente dura, con grandes fluctuaciones hormonales (y los consiguientes cambios de humor) bajo la sombra de la depresión postparto. Todo se entremezcla: el chute de oxitocina que provoca la cercanía a tu bebé, un enamoramiento bestial y la bofetada vital de un cambio gigantesco en todos los sentidos que te hace dudar de ti misma.
Así que no es de extrañar que sea también un momento en el que buscamos formas de recuperar nuestra “antigua vida” (spoiler: no volverá, nunca será tal como la conocías). La lactancia materna no es distinta; es una pieza más del enorme entramado de la maternidad, llena de luces y sombras: es vínculo, es amor, pero es también fuente de miedos, frustraciones y, en ocasiones, de dolor. Y además, según parece, es una pieza clave para ayudarnos a perder los kilos ganados durante el embarazo.
¿Realmente se adelgaza dando el pecho?
A la lactancia se le atribuyen muchas cosas, y una de las que probablemente está en el imaginario colectivo de todas nosotras es que nos ayuda a perder peso tras el parto. Así es: la propia producción de leche ya genera un gasto calórico elevado y durante el periodo de lactancia es cuando más grasas se movilizan en el cuerpo de una mujer. Así que podríamos decir que, en principio, lo tenemos todo “de cara”.
Si mantenemos una dieta equilibrada, sin abusar de azúcares y alimentos refinados; si nos mantenemos activas, si no tenemos ningún problema de tiroides… poco a poco, dando el pecho, iremos recuperando la figura que ya conocíamos. Y entonces, cuando ya lo tienes decidido y clarísimo, te entran las dudas: posiblemente hayas escuchado o leído en algún sitio que los pechos sufren efectos secundarios y que se “caen” por dar la teta. O, lo que es peor, resulta que es muy habitual tener un pecho más grande que el otro, totalmente asimétricos…
Espera un momento… ¿es cierto que los pechos se “caen” si das el pecho? No, es un mito. Los pechos se caen por efecto de la gravedad, por los grandes cambios que sufren durante el embarazo, por la edad… pero no “a causa de” haber dado la teta. No obstante, sí es cierto lo de que puedes tener un pecho más grande que el otro si el bebé tiene preferencia por uno de los dos. Ahí lo dejo. ?
¿Y si el problema está en nuestras falsas expectativas?
El embarazo te deja hecha un flan, la lactancia te deforma los pechos… “¡Pues vaya gracia!”, estarás pensando. La cuestión es que, si quieres parecerte a las supermodelos que aparecen en la publicidad y que parecen volver a su ser muy pocas semanas tras haber dado a luz, es más que probable que no te veas maravillosa a menos que decidas dedicar una gran parte de tu energía a cuidar tu cuerpo. Sí: haciendo ejercicio, siempre bajo supervisión, y controlando la dieta (además de dando el pecho) sin duda podrás verte mejor, y también sentirte mejor y más ágil.
A pesar de todo, siempre va a haber un pero. La autocrítica es algo que las mujeres llevamos tan sumamente interiorizado que nos lleva a extremos exagerados, y cuando no es el vientre plano es la celulitis, la caída del cabello, los pechos asimétricos o nuestra sonrisa imperfecta. ¿Acaso eras perfecta antes de quedarte embarazada? O, mejor dicho, ¿te veías bien a ti misma?
Por mi trabajo como fotógrafa newborn, veo a muchas mujeres y bebés en mi estudio de Barcelona. Y casi todas compartimos un rasgo común: nunca nos vemos bien. Tengamos la edad que tengamos, hayamos tenido hijos o no.
Quizás ya va siendo hora de que dejemos de culpabilizar al embarazo o la lactancia de nuestras “imperfecciones” y que aceptemos que somos como somos, ahora. Eso no significa que no podamos mimarnos más o cuidarnos más: por supuesto que sí. Pero creo que una de las grandes lecciones de la maternidad es que tus prioridades cambian, y la primera prioridad pasa a ser tu hij@. Y, ¿sabes qué? Tu hijo te adora tal como eres. Ahora mismo. Estés como estés.
Celebra tus pechos “caídos” o “asimétricos”: quiérete
Ya sabes que la lactancia, efectivamente, ayuda a perder peso. Pero hace mucho más: crea un vínculo fantástico entre la madre y el bebé, abre un espacio íntimo entre los dos. Y puede ser la ocasión perfecta para aprender a quererse un poco más.
La fotografía puede ayudarte en el camino: una sesión de fotos de lactancia es una forma de darte un homenaje a ti misma. Permitir que alguien te vea a través de un ojo ajeno es una forma de tomar consciencia de lo brutalmente bella que eres, algo que tu bebé te dice en cada mirada abnegada mientras está enganchado a tu teta.
Saber que cada día tu cuerpo gasta 500 calorías para producir leche te puede motivar a dar el pecho, y dar el pecho te puede motivar a dar un paso para aceptarte mejor, ya sea con o sin fotografías.
Aunque, si lo piensas bien, regalarte unas fotos de lactancia puede ser también un bonito broche final antes de un destete. O, sencillamente, una forma de celebrar esta esta etapa efímera y bonita a la par que extenuante y, en ocasiones, durísima. Porque no hay dos lactancias iguales; porque la lactancia, como suele decirse, es cosa de dos. Y es irrepetible.
Victoria Penyafiel,
madre de 5 y fotógrafa newborn.
www.victoriapenafiel.com
www.instagram.com/victoriapenafiel
Cofundadora de Dits petits, proyecto de fotografía voluntaria de recién nacidos prematuros y hospitalizados